Historia

Barcelona

Visca la Guardia Civil

La Razón
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Lorenzo Silva narra en su última novela, «Recordarán tu nombre», un episodio silenciado durante decenios por las historiografías hemipléjicas y tintadas de azul o rojo que padece todavía el español honrado. La sofocación en Barcelona de la asonada de julio de 1936 se debió, de forma decisiva, a la toma de partido del general al cargo de la Guardia Civil, el ferrolano (toma ya) José Aranguren. Sus agentes, al mando del coronel Escobar, marcharon en formación cerrada para rendir a Goded, el general golpista, y saludaron a la autoridad competente a su paso por la Vía Layetana. «A sus órdenes señor presidente», tronó el oficial. Y la respuesta de Companys: «¡Visca Catalunya! ¡Visca la Guardia Civil!» Casi dos siglos de vicisitudes políticas y unos cuantos gobiernos indeseables, singularmente el surgido de aquella guerra, no han podido con el Instituto Armado, fuerza policial que debe su ejemplaridad, más que nada, a la disciplina castrense que dimana de su condición militar. Aranguren, católico ferviente y en las antípodas ideológicas del marxismo, combatió a sus compañeros de armas rebeldes porque había jurado atenerse a un código de honor que lo obligaba a ponerse siempre a las órdenes de la autoridad legalmente constituida, que en ese momento decisivo de su vida (fue fusilado al acabar la guerra) era la Generalitat. La intervención de los guardias en el aeropuerto de El Prat ha sido no sólo oportuna, sino también bienvenida por esa mayoría no contaminada por la propaganda nacionalista. Cumplen con su deber, «serenos ante el peligro», sin separarse ni un milímetro de la Ley. El ruido y los aspavientos son para otros.