Cristina López Schlichting

Viva la ignorancia

Viva la ignorancia
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Cuando se produjo en Italia la llamada «guerra de los crucifijos», uno de los mayores valedores del signo cristiano fue el alcalde comunista de Venecia, el fascinante ateo Massimo Cacciari. Una mujer había pleiteado contra el Estado para que se quitasen las cruces de las aulas públicas y Cacciari dijo que estaba orgulloso de una tradición en la que el hijo de Dios moría en la cruz por los miserables, y que en los colegios de Venecia no se quitaba nada.

Esa es la diferencia entre la Europa culta y nuestra pobre España. En Alemania, Habermas puede charlar con Ratzinger y el mundo intelectual –ateo o creyente– escucha con interés; en nuestro país lo que mola es que nadie sepa quién es Moisés ni lea jamás los Evangelios.

Confieso mi profunda tristeza por el analfabetismo de que hace gala una dirigente como Susana Díaz, al arremeter contra la asignatura de Religión. En nuestro país sólo están de moda el cine y Sálvame, contra los que ningún político osaría alzar la voz.

Pero reírse de la teología, eso mola. Cacciari es ateo, sin embargo, cuando dejó el municipio de las góndolas en 2000, creó la única facultad de Filosofía de Italia en la que se enseña teología. Así lo explicaba en una entrevista en El País: «Quise explotar un filón de estudios analíticos, lógicos y epistemológicos de tipo anglosajón, con una fuerte presencia de filosofía antigua, metafísica además de teología».

Supongo que ni Susana Díaz sabe lo que es la epistemología, ni los de Izquierda Unida sospechan lo que sea la metafísica, ni al presidente del Gobierno le importa un ardite la pregunta por el Ser.

Para Cacciari, la indagación sobre el misterio de Dios es una de las más nobles de la universidad. Aquí sería el hazmerreír. Qué pena, por Dios.