Iñaki Zaragüeta

Voladura en Convergència

La Razón
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Los registros en la sede de Convergència Democràtica de Cataluña (CDC), su Fundación y algunos ayuntamientos, plantean un serio problema a todos esos partidos y asociaciones que tan jubilosamente se adhirieron, hasta confundirse, a los sueños de Artur Mas. La desconfianza se cierne sobre su figura y debería tener consecuencias. Quizá ahora se entiendan mejor las razones para ir emboscado en la candidatura en lugar de encabezarla.

¿Ahora qué? Después de las sospechas de cobros ilegales, presuntos por supuesto, ¿van a mantener esa comunión política sin importarles el hedor de la corrupción que se desprende de los aledaños de quien han planificado erigir como presidente? ¿Reaccionarán poniendo en práctica sus postulados sobre el rechazo a esa lacra? ¿Será el propio Mas quien decida apartarse en coherencia con aquella máxima de «los políticos honrados deben quitarse de en medio cuando cae sobre ellos la sospecha»?

Ésta de CDC era una cuestión pendiente. Porque un Estado de Derecho no puede predicar que la Justicia es igual para todos y mirar hacia otro lado ante la denuncia escandalosa que, en sede del Parlamento catalán, realizó hace unos años el entonces presidente de aquella Comunidad, Pasqual Maragall, a Artur Mas refiriéndose a CDC: «Ustedes tienen un problema que se llama el tres por ciento» imputando el cobro de esa comisión sobre las adjudicaciones de la Generalitat durante la hégira Pujol, en la que Artur Mas interpretó un papel estelar en varias consejerías.

Efectivamente, la Justicia no se ha llamado andana y prevalece el principio de que el deseo por conocer la verdad, se trate de quien se trate, debe ser insaciable. En cualquier circunstancia. En una democracia, más. Así es la vida.