Angel del Río

Vuelta al botijo

La Razón
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Dos edificios notables se miran de reojo en la plaza de Cibeles: uno, el Palacio de Linares (actualmente Casa de América); otro, el Palacio de Telecomunicaciones (hoy sede del Ayuntamiento capitalino). La leyenda dice que en el primero siguen habitando viejos fantasmas de sus primitivos moradores, entre ellos, el de una tal Raimunda, de quien se asegura que mucho se ha escuchado su voz, pero nadie ha podido verla; en el otro, hay constancia de que su moradora principal, se llama Manuela se la puede ver a menudo, pero resulta difícil escuchar su voz, ni siquiera a través de los altavoces de los medios de comunicación, porque doña Manuela, está, pero no se prodiga en la comunicación pública. Para los de Podemos, es «doña Manolita», porque les ha traído suerte, el «gordo» municipal; para otros, mejor podría ser «Manuela», la de Malasaña, heroína contra los desahucios. Pero, de momento, nasti de nasti, que diría un castizo.

Ser juez es muy distinto a ser parte de la ciudadanía. Al juez se le supone seriedad, distancia ante el receptor de justicia, parco en palabras, que sólo abundan en las sentencias. Ser alcaldesa es otra cosa; es ser la representante más cercana al vecino, la persona pública de proximidad, la receptora de las demandas ciudadanas, la administradora de los recursos públicos, la gerente de la ciudad, la persona a la que se vota para que defienda los intereses corrientes, cotidianos de los vecinos. Y ese cometido conlleva una comunicación fluida con los administrados, un diálogo permanente, abierto, que no tiene que ser necesariamente un vis a vis, porque son los medios de comunicación el hilo transmisor entre quien decide y por quienes decide. Esto no lo estamos encontrando, de momento, en la alcaldesa Manuela Carmena. Quizá la toga y las puñetas que durante tanto años la acompañaron cada día le impidan ver ahora que su relación con los demás tiene que ser distinta. La trasparencia empieza por comunicar. Prometo no criticarla si se excede en ruedas de prensa, explicaciones, o cualquier otro tipo de comparecencias públicas. En este asunto, más vale pecar por exceso que por defecto, y el defecto de la alcaldesa es prodigarse muy poco ante los medios de comunicación. Está haciendo bueno a Rajoy, de quien se dice que aparece poco, y cuando, lo hace, utiliza el plasma; la alcaldesa, ni eso.

Como periodista de información local he conocido, y tratado, antes que ahora, a diez alcaldes: desde Arias Navarro a Ana Botella. Cada uno con una personalidad distinta y un modo diferente de llevar a cabo su papel, pero todos ellos, abiertos siempre a la comunicación, dispuestos a prodigarse con los informadores. No están los tiempos para que en las ruedas de prensa se ponga una caja de puros a disposición de los «currinches», como hacía el alcalde García Lomas; ni siquiera una simple bandeja con caramelos de violeta, o unas pastas de té, como en tiempos de Arespacochaga o José Luis Álvarez, pero los periodistas estamos dispuestos a escuchar con el estómago vacío y el paladar no desayunado, porque todos los alcaldes han ejercido bien su papel de comunicarse con los ciudadanos a través de los medios de comunicación. Sólo uno era más reacio a hacerlo con la frecuencia requerida: Ruiz-Gallardón, pero ahí estaba siempre la buena de Marisa González para convencerle de que un alcalde es algo distinto a cualquier otro político.

Esperemos que la alcaldesa Carmena se prodigue más, se abra a los medios, que es abrirse a sus vecinos, comunique más, y que nos hable de cosas que no tengan que ver con los problemas internos que le crean sus desconocidos y sorprendentes compañeros de Gobierno. Los programas electorales no son propuestas y ocurrencias, sino promesas realizables, compromisos serios con los electores. Espero que la alcaldesa dé la cara y ponga la voz para contarnos qué piensa hacer con el caótico tráfico de Madrid, con la zona SER, si va ampliar o no las zonas restringidas a la circulación privada; si nos va a subir, bajar o congelar los impuestos; si va a ejecutar los desarrollos urbanísticos previstos, o va a imponer el crecimiento cero; qué piensa hacer con la prostitución callejera, los sin techo, la mendicidad, el medio ambiente. Si un día comparece ante los medios, se le podría preguntar por éstos y otros asuntos, que son los que realmente interesan a todos. Señora alcaldesa: usted dedicó toda su vida a la judicatura; Ahora, Madrid es lo que importa.