Nacionalismo

Y ahora la «kale borroka»

La Razón
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El de la deriva independentista en Cataluña se ha convertido en un problema de imagen, ni más ni menos. Se trata de que el mundo acabe viendo de una u otra manera una Barcelona tomada por la barricada, el incendio, el «escrache» y la crispacion transformada en violencia. Se trata también de que los resortes del Estado, esos que permanecerán todo este periodo vacacional en permanente alerta comprueben que se les van a mostrar los dientes, que no es cierta la teoría de que el «proces» acábara descarrilando sin consecuencias solo porque así lo dice una legalidad institucional que los referentes del independentismo han decidido no aceptar.

Los próximos dos meses van a ser especialmente reveladores a propósito de la prevision que en términos políticos se ha ido planteando desde el bando de la legitimidad constitucional, porque es probable que aquí el que más y el que menos haya visto «souflés» inconsistentes donde había mucho ácido sulfúrico. Es cierto que el proceso hacia el referéndum del 1 de octubre está tocado con la legalidad institucional en la mano y que cada iniciativa que se vaya agilizando contra esa legalidad irá viendo desde el minuto uno la respuesta legítima del Estado que representa a todos los españoles pero que nadie se engañe, aquí hay un elenco de políticos separatistas que ya ha depurado convenientemente a quienes suscitaban dudas derivadas sobre todo de las consecuencias sobre su situación patrimonial y que como suele decirse va a por todas. Lo de la inevitable convocatoria de elecciones en Cataluña tras el despeñe del proceso hacia el «1-O» de momento solo se lo hemos escuchado a dirigentes de los partidos constitucionalistas, los de enfrente, sin bajarse del tigre desbocado sobre el que cabalgan sencillamente están dejando claro que no aceptan esa legitimidad y que no asumen las reglas democráticas que nos hemos dado todos los españoles incluidos los ciudadanos catalanes.

No fiemos tanto la situación a la bajada del «souflé» en las próximas semanas y a la inevitable convocatoria electoral previa capitulación porque –y esto es lo que preocupa y no poco en el Gobierno– lo que realmente se busca es tensar la cuerda hasta el máximo en la constancia de que el Estado tendra que actuar más allá del plano jurídico y confiando en que esa actuación provoque una chispa cuyas consecuencias puedan acarrear un vuelco favorable a los intereses del secesionismo.

Mucho tiene que ver con esto lo que estamos contemplando en los últimos dias especialmente en Barcelona con apariciones crecientes de una «kale borroka» encarnada en movimientos como Arran y alentada desde la CUP. Lo de los escraches a sedes de partidos, llenar las calles de carteles recurriendo a Franco, asaltar buses turísticos o provocar a la Guardia Civil en la esperanza de que aparezca algún tricornio para ser señalado es la punta de lanza de quienes esperan la simpatía del mundo hacia quien se quema a lo bonzo. Tal vez ahora ya sí tenga algo que apuntar ese sujeto al que contemplamos como mayoritaria, silenciosa y pacífica sociedad civil catalana.