Ciudadanos

Y un señor de Murcia

La Razón
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Pareciera que a Albert Rivera le hubieran dado el sobre equivocado en la gala de los Oscar. Ese momento camarote de los hermanos Marx. Pero los dos hombres del maletín que guardaban la letra pequeña del pacto entre Ciudadanos y el Partido Popular sabían que su entente no sería «La, la land», coser y cantar, aunque con alguna lagrimita, que habría asuntos que no iban a cumplirse, al menos por el momento, que en un paréntesis de la gala aparecerían dramas que iban a colarse como «Moonlight» a demostrar en carne viva lo que la política esconde.

En ese fotograma estamos. Hay puntos del acuerdo que no se llevarán a cabo. Algunos porque no interesan en estos momentos al Gobierno y otros porque son del todo desaconsejables. Ciudadanos abandera, con tan buena intención como oportunismo, medidas que suenan bien en los telediarios, como lo de expulsar inmediatamente a los imputados, pero luego se retracta en su ideario y pone el listón en lo que dicta el sentido común, que es en la apertura del juicio oral. Habla de los aforados, como si suprimirlos requiriera de un chasquido de dedos. Intenta imponer una limitación de mandatos que quién sabe si es buena o mala aunque la banda sonora hace bailar al respetable. En fin, pretende, repito, es de suponer con buena intención, cumplir con el populismo light, sin pararse a pensar que algunas de estas ideas suponen abrir la Constitución, ese momento que espera Pablo Iglesias para colar un referéndum y otras cosas de comer. Y que ciertos cambios no están sólo en manos del PP.

Los dos partidos sabían que se estaban haciendo trampas en el solitario con tal de que arrancara la legislatura. El PP tragó a sabiendas, que eran lentejas Maillo dixit, y Ciudadanos vendió su triunfo también a sabiendas. Lo malo es que, después de procrastinar, ahora toca retratarse y seguir adelante o ponerse, como ayer Rivera y Arrimadas en el Salón del Móvil, unas gafas de realidad virtual que es lo que hacen los notables en cuanto pisan el certamen, incluido el Rey. Hay otros mundos sin duda. Rajoy se guarda el botón nuclear bajo la chaqueta. De unas elecciones a otras C’s perdió ocho escaños si la memoria devastada no me engaña, por sus devaneos con Pedro Sánchez. Anticipar otras sería un fracaso de ambos, pero uno tendría más que perder. Y en ese tira y afloja se cuela un señor de Murcia que todavía sigue de presidente de la comunidad por mucho griterío huertano que retumbe en las acequias. Sí, el pacto está vivo. Hasta que el PSOE quiera, el partido que tiene el otro maletín con los nominados, a la espera de conocer quién gana entre los suyos el premio al actor o la actriz protagonista. Por mucho que le duela a Rivera no llevarse el Oscar a la mejor película y por mucho que maree Maillo el guión adaptado que todos conocían. Eso sí, el plano secuencia de la legislatura lo dirige Rajoy.