Series

Yo también quise enrollarme con Laura Palmer

Yo también quise enrollarme con Laura Palmer
Yo también quise enrollarme con Laura Palmerlarazon

Travis Blue era un chiquillo homosexual y marginado que vivía en North Bend cuando David Lynch convirtió su pueblo en «Twin Peaks». Obsesionado con aquella convivencia, se transformó en el vivo retrato de Laura Palmer. Hasta acabó prostituyéndose donde ella. «Twin Peaks», además de ser la primera serie que sustituyó al cine, produjo una catarata de personajes icónicos en los que nos reconocemos los «baby boomers». Pablo, sin ir más lejos, escucha las instrucciones de sus voces interiores meciendo un leño, según he visto en un vídeo. Albert sonríe a las suegras de todos en plan cándido sheriff Harry S. Truman, llamadme Adolfo. Pedro se aparece en sueños a sus compañeros tal que el enano que baila, pero con cazadora marroncita.

Los acojona, fuego camina conmigo. Y yo, cuando finjo coger el teléfono para esquivar la conversación adolescente de algún nuevo político, doy instrucciones a Diane imitando al agente Cooper con su grabadora. Los donuts de «Twin Peaks» son la magdalena de Marcel Proust de mi generación. Recuerdos de una España lúcida y menos justiciera que no confundía turmas con corazón, ni política con ambas cosas. A los chicos nos parecía que Laura Palmer estaba buena incluso de muerta, ¿cómo superar semejante aberración? Pues, madurando o apuntándose a Podemos, no hay otra.