Alfonso Merlos

Zapatero, a tus zapatos

¡No es un capricho del Gobierno de España. Y es lo que entiende el Tribunal Constitucional. La ley en ocasiones es dura, pero hay que cumplirla. Y va de suyo que la vean excesivamente rigurosa o implacable o incómoda aquellos que pretenden circunvalarla, vapulearla, lisa y llanamente violarla. Es la base del Estado de Derecho, y de la convivencia democrática. El orden y el respeto.

Por eso desde hoy se ponen enteramente en cuestión todas aquellas disposiciones que pomposamente habían situado en circulación y ejecutado en parte las autoridades separatistas de Cataluña para impulsar su disparatado proyecto de independencia (como es natural). Hay casi una veintena de artículos a partir de los que se desarrolla la política exterior del señor Mas que no es que sean un disparate, o signifiquen una insolencia. Es que atentan contra nuestras normas nacionales de funcionamiento y convivencia y, por consiguiente, deben ser suspendidos.

No hay peor sordo que el que no quiere oír, ni peor ciego que el que no quiere ver. Y en nuestra Constitución están perfectamente tasadas cuáles son las competencias del Estado central y cuáles las de las comunidades autónomas. Es lo que hay. Es lo que no se puede pisar, sobre lo que no se puede escupir, lo que bajo ningún concepto se puede desafiar, y mucho menos malversando caudales públicos.

Aquellas líneas de acción del Estado que están fuertemente centralizadas son pocas. Y no es casual. De una de ellas emana la política de seguridad y defensa. De otra, la política exterior. No hay mucho más. Somos una gran nación. Y lo somos porque, cuando procede, ponemos en su sitio a quienes pretenden golpear, corriendo como pollos sin cabeza, el interés general y el bien común. ¿Se entiende?