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Cabalgata atea, un ejercicio de ingeniería social

La Razón
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Después de la operación de «ingeniera social» llevada a cabo por Manuela Carmena en Madrid, y por Podemos en otras ciudades, hay que preguntarse si su «cabalgata multicultural» ha servido por lo menos para que todos seamos un poco mejores: mejores personas, vecinos, padres, hijos, compañeros de trabajo, incluso mejores políticos. Probablemente, no. Porque nada que se haga sólo desde la idea de querer cambiar una tradición llena de inocencia puede ser bueno. La inocencia se transforma en la conciencia paranoica y clarividente del político: un Rey Mago es sólo un representante de una leyenda que aparece en el Nuevo Testamento y como tal debe desaparecer de nuestras calles. Es una vieja idea comunista –Carmena lo sabe– erradicar la religión por ser poco «científica», puro «opio del pueblo», y suplirla por un materialismo a base de imponer la verdad con años de gulag, aquella factoría del hombre nuevo, droga dura. La Liga de los Militantes sin Dios, tan activa en la URSS, ha vuelto a aparecer con sus espectáculos de adoctrinamiento sin saber que controlar la vida de los ciudadanos hasta en sus expresiones más sencillas es puro totalitarismo. La cabalgata atea o laica o que hemos visto sólo ha servido para aplicar un programa que dice que el único Dios es el poder. No hay margen para la inocencia.