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Ciudadanos debe evitar el «cordón sanitario» contra el PP

La Razón
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La regeneración política que todos desean para España debería erradicar de su vocabulario algunos términos indeseables y de marcada fonética totalitaria. Entre otros, «cordón sanitario», que se emplea para explicar quién debe quedar al margen de un acuerdo, aun cumpliendo todos los requisitos democráticos. Si, como anuncia el PSOE, en sus negociaciones para alcanzar un pacto de gobierno permanecerán fuera PP y los independentistas (ERC, Democràcia i Llibertat y Bildu), el mensaje que deja es nocivo, irresponsable y malintencionado, porque los populares han sido la fuerza que, junto a los socialistas, han asegurado el avance democrático y la defensa de nuestra Constitución. Pedro Sánchez debería replantear ese principio estratégico antes de que embelese con sus ofertas de pactos irrealizables a futuros compañeros de consejo de ministros. El líder socialista no puede aspirar a presidir el Gobierno de España haciendo gala de esa animadversión hacia el PP, que, le guste o no, ha ganado las elecciones y sigue representado a más de siete millones de votantes. Con estos mimbres no puede haber renovación de la «vieja política». Ciudadanos, que ha hecho de este objetivo casi el principio de su programa, debería aclarar esta posición antes de emprender este incierto viaje con el PSOE de Sánchez. Es de agradecer su labor de intermediario para emular los viejos Pactos de la Moncloa y retomar aquel espíritu constructivo, pero, además de buenas intenciones, debería evitar que el PP quedase arrinconado en un acuerdo en cuyo concurso es necesario si se quieren llevar a cabo las grandes reformas que Rivera anuncia. De no ser así, será una pérdida de tiempo que España no se puede permitir. Es decir, su vocación de «bisagra» puede convertirse en una trampa en la que se pillen los dedos. PSOE y Ciudadanos pueden llegar a un acuerdo para alcanzar una mayoría que permita investir a Sánchez, pero será imposible sin la participación de los populares. Lo que supondría estar fuera de la realidad es, además, pretender que el PP se abstenga para facilitar el gobierno de los socialistas. Esperemos que detrás de esta operación no se esconda querer responsabilizar a Rajoy del fracaso de Sánchez y la convocatoria de nuevas elecciones. Sánchez aceptó el encargo del Rey bajo el supuesto de que podía alcanzar los votos suficientes; pues ése es su reto: no conseguir la abstención del PP para cerrar un acuerdo del que se le quiere mantener al margen a toda costa. Por otra parte, Rivera marcó un límite infranqueable en las opciones de gobierno que apoyaría su partido: en ningún caso daría ni su voto ni la abstención a Podemos. Por lo tanto, aunque sea en nombre de la regeneración política que preconiza, debería cumplirlo. Rivera no puede utilizar el chantaje dialéctico de responsabilizar al PP de que Podemos condicione la gobernabilidad con la abstención de los populares en un acuerdo entre PSOE y Ciudadanos. La propuesta más audaz y con más calado político la realizó Rajoy con un acuerdo entre los tres partidos constitucionalistas, fórmula que Sánchez nunca quiso atender y que Rivera tampoco defendió a fondo en sus negociaciones previas con los socialistas. Conviene aclarar el terreno de juego en estos momentos para evitar que el coste de un gobierno presidido por Sánchez y sus futuros socios no le recaiga a quien no le corresponde.