Lucha contra ETA

De ETA sólo cuenta su disolución

La Razón
La RazónLa Razón

Una vez más la banda terrorista etarra anuncia que va a llevar a cabo un proceso de desarme que, en esta ocasión, se pretende completo y definitivo. La noticia, a falta de precisiones ulteriores, no merece otra reacción que la del acuse de recibo y el recordatorio de que ETA aún no se ha disuelto, no ha pedido perdón a las víctimas y al conjunto de la sociedad española por los crímenes cometidos, no ha tratado de reparar los daños en lo posible y, sobre todo, no ha colaborado con la Justicia para esclarecer los 300 asesinatos de los que se desconoce la autoría. Todo lo demás carece de importancia y forma parte del intento de los terroristas de reescribir la historia buscando un plano de igualdad imposible, por falsario e inmoral, entre los verdugos y sus víctimas. En este sentido, no conviene dejarse llevar por la propaganda etarra que, en este caso como en los anteriores, tiene un solo objetivo: hacer de la supuesta entrega de las armas un acto institucional que involucre en el mismo a las autoridades vascas y navarras y, en su caso, al Gobierno francés. Es la misma estrategia de siempre, pero con otros protagonistas. Hasta ahora, la banda se había aprovechado de la llamada «industria de la mediación», integrada por conocidas figuras de la izquierda que reciben cuantiosas subvenciones de organizaciones internacionales –de las que no dudamos de su buena fe–, que siempre procuran dar una pátina de legitimidad a grupos que se sirvieron del terrorismo para sus fines. Nos referimos, por ejemplo, al «equipo de verificación internacional» que fue manipulado por la banda en 2014, cuando escenificaron la pantomima del «sellado de las armas» ante las cámaras de la BBC, otro auxiliar habitual en estos asuntos, y que acabaron declarando ante los jueces de la Audiencia Nacional. El montaje era tan evidente que los «verificadores», a los que pagaba una ONG noruega, dieron un paso atrás ante tal ridículo. A continuación, la banda buscó la cobertura institucional a través de una organización propia denominada «comité de artesanos de la paz», que conformaban antiguos miembros de la izquierda abertzale en el País Vasco francés, algunos de ellos con condenas por colaboración terrorista. El intento terminó abruptamente cuando la Policía francesa detuvo el 16 de diciembre de 2016 a varios de los proetarras junto a un arsenal de la banda que, según sus explicaciones, pensaban inutilizar antes de entregarlo a las autoridades. En la presente ocasión, el anuncio ha venido precedido de una larga campaña de propaganda entre el mundo abertzale español y francés que ha tenido cierto eco en las instituciones gobernadas por Bildu. Pero, sin embargo, la intención última es tratar de aprovechar el período electoral en el país vecino, con la esperanza de que el Gobierno galo se dé por aludido. Por supuesto, no habrá tal caso, ni con este Gobierno ni con el que surja de las urnas, porque París no ha cambiado un ápice su posición y mantiene la más estrecha cooperación policial, judicial y política con las autoridades españolas. Si hemos traído a colación estos episodios de la campaña de propaganda de ETA es para recalcar que nada hay que esperar de una banda a la que sólo le queda perderse en el polvo de la historia. Que la firmeza de los gobiernos de España y Francia frente a los intentos de «blanqueo» de ETA sigue siendo decisiva en la lucha contra el terrorismo y su derrota total y que lo único que interesa de los arsenales etarras es si del análisis de las armas se obtienen indicios para la investigación y esclarecimiento de los asesinatos que siguen sin resolverse.