Restringido

Desprecio del Parlament a la Guardia Civil y a la Policía Nacional

La Razón
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En un momento en el que nuestro país ha sido atacado con un cruel atentado terrorista conviene ser prudente en las valoraciones, no caer en la euforia ni exaltar gratuitamente la eficacia de nuestras fuerzas de seguridad. La lucha contra el yihadismo viene de lejos, el final no se ve cerca y en cualquier momento podemos volver a ser víctimas de un ataque. Intentar sacar beneficio político de una crisis que ha dejado 15 muertos y la evidencia de que somos, como todas las sociedades libres y democráticas, vulnerables, es de una gran irresponsabilidad, por no ir más lejos en las consecuencias morales que se derivan. Los Mossos d’Esquadra están realizando una gran labor en la desarticulación del comando que atentó en Barcelona y Cambrils y es de justicia que sea reconocida su tarea, pero olvidarse de que tanto la Guardia Civil como la Policía Nacional han trabajado codo con codo en el operativo desplegado en Cataluña sólo demuestra una mala intención política. Es una colaboración que no viene de ahora, sino que se ha forjado desde que el yihadismo es un peligro real: 2004 y los atentados de Madrid están en el origen. De ahí que la decisión de la Mesa de la Cámara catalana de conceder la Medalla de Honor del Parlament, en categoría de oro, a los Mossos d’Esquadra, las policías locales de Barcelona y Cambrils y los servicios de emergencia de Cataluña y no incluir a la Guardia Civil y a la Policía Nacional es injusto y demuestra que hay una clara intencionalidad de dividir a las fuerzas de seguridad. Afortunadamente, la colaboración entre las policías tras los atentados de Barcelona se ha mantenido, pero hay decisiones y gestos políticos nefastos. Van, además, en contra de la evidencia de los hechos. Nada más producirse los atentados de París de noviembre de 2015, la Guardia Civil detuvo en Barcelona y Granollers a tres captadores yihadistas. Desde entonces, estas operaciones han continuado y se han realizado en colaboración con la policía catalana. El pasado mes de abril, la Policía Nacional y la Policía Federal belga participaron junto a los Mossos en la detención de tres terroristas en la Ciudad Condal que habían actuado en los atentados del metro de Bruselas en los que murieron 35 personas. Por parte de la Guardia Civil, estas operaciones han sido constantes –en Badalona, Lérida, Santa Coloma de Farners o Figueras- y lo saben los responsables de la Generalitat. Es más, si algo resta eficacia a la lucha antiterrorista es buscar la fractura entre las fuerzas policiales, como ha quedado patente en el hecho de que se impidiese la entrada al Tedax de la Guardia Civil tras la explosión de Alcanar –algo clave en desarrollo del ataque posterior de Barcelona y Cambrils– o que los Mossos desconociesen que el imán de Ripoll fue discípulo de uno de los terroristas implicados en la operación «Chacal I», como han denunciado el SUP y la AUGC. Insistimos en la labor de los Mossos y el esfuerzo de comunicación y claridad de su jefe, el mayor Josep Lluís Trapero –a pesar de los errores cometidos–, pero creemos que existe una sobreactuación por parte de la Consejería de Interior y otros responsables de la Generalitat obsesionados por marcar un perfil de Cataluña como Estado. No es el momento de forzar, una vez más, las diferencias. La unidad es frágil y ahora es el momento de cerrar filas contra el terrorismo.