Pedro Sánchez

El CIS o cómo tirar nuestros impuestos

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Cabe preguntarse si el coste de la macroencuesta del CIS debería imputarse a los presupuestos del Estado o, directamente, a los fondos de la campaña electoral socialista, aunque, en este último caso, se abre la duda de si no habría sido dinero tirado a la basura, por cuanto la optimista atribución de escaños que hace el organismo que dirige José Félix Tezanos tendría la virtualidad de desmovilizar a ese sector de votantes de izquierda que sólo acude a las urnas cuando existe riesgo cierto de que gane la derecha. Pero que no se apure el candidato del PSOE, Pedro Sánchez, ya que propio Centro de Investigaciones Sociológicas se encarga de restarle trascendencia a este último barómetro, indicando que la variable «intención de voto» no supone ni proporciona por sí misma ninguna proyección de resultados electorales. Es de agradecer la observación, pero nos lleva a reiterar nuestra primera objeción: si el sondeo no es válido como pronóstico de la intención de voto, –después de haber entrevistado a 17.650 individuos, tabulado sus respuestas y hechas las proyecciones–, no tiene otra utilidad que la de apuntalar la figura de Pedro Sánchez, a quien el resto de las empresas demoscópicas vienen rebajando sus expectativas de victoria en las próximas elecciones. Porque, no es sólo que la macroencuesta del CIS se haya llevado a cabo sin tener en cuenta la sentencia del Tribunal Supremo sobre la intentona golpista en Cataluña, los graves disturbios de Barcelona y la exhumación del cadáver de Francisco Franco, errores que de por sí invalidan el estudio, sino que, como hoy publica LA RAZÓN, hay entre los entrevistados una sobrerrepresentación de votantes socialistas, lo que da un descarado sesgo progubernamental al barómetro, tanto en el análisis global como en cada pregunta particular. Por ejemplo, según este CIS, al PSOE le habían votado 10,7 millones de personas en la pasada contienda electoral, cuando, en realidad, recibió 7,5 millones de votos. Existen, por supuesto, otras cuestiones implícitas en el barómetro que es preciso destacar. En primer lugar, que las horquillas de votos, más bien amplias, no parecen tener en cuenta el alto porcentaje de indecisos del que da cuenta la propia macroencuesta. Son casi 7 millones los españoles que, pese a declarar su propósito de acudir a las urnas, manifiestan que aún no tienen decidido el sentido de su voto. Representa un 32,3 por ciento de los futuros votantes y, en el caso del PSOE, supone que casi un millón y medio de electores dudan entre votar socialista u otro partido. De hecho, con respecto al barómetro de septiembre, Pedro Sánchez baja siete puntos en intención directa de voto. De cualquier forma, harían mal los representantes del centro derecha en desdeñar sin más la cocina de Tezanos, sociólogo de larga trayectoria, además de veterano militante del PSOE, porque esa proyección de escaños puede favorecer la imagen de caballo ganador del candidato Sánchez, con el correspondiente arrastre del voto indeciso al que nos referíamos antes. Tanto los líderes del Partido Popular como Ciudadanos, pero, en especial, Pablo Casado, tienen que ser conscientes de la imperiosa necesidad de movilizar a ese sector de sus votantes que, a día de hoy, optan por la abstención como respuesta al fracaso de unos políticos que se demostraron incapaces de salvar la anterior legislatura. Hay que llevar al ánimo de esos electores, cuyo disgusto también trasluce el CIS, que sólo desde un centro derecha fuerte, incluso aunque aritméticamente no pudiera formar gobierno, se podrá conjurar el peligro de una políticas fiscales de alto impacto sobre las familias y las empresas, que es lo que, inevitablemente, sucederá si Pedro Sánchez llega a La Moncloa y pone en marcha su programa electoral.