El desafío independentista

El domingo, todos a Barcelona

La Razón
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La plaza Urquinaona de Barcelona debe ser mañana el espejo donde se refleje esa Cataluña mayoritaria, silenciosa, sí, pero también durante demasiado tiempo silenciada por la imposición totalitaria de los separatistas, que ha sido adelantada de España y que reclama su derecho a conservar sus raíces y su triple vocación secular de española, catalana y europea. En definitiva, las mismas prerrogativas de las que goza cualquier ciudadano de este país, a quien nadie puede obligar a desprenderse de una parte de su identidad ni a renunciar al sentimiento de pertenencia común a una nación de hombres libres que no sería posible entender con la mutilación de uno de sus miembros. Si el lema de la manifestación convocada por la entidad Sociedad Civil Catalana, –«Prou! Recuperem el seny» ¡Basta! Recuperemos la sensatez»– apela a las mejores cualidades de sus ciudadanos, también es una interpelación a la Generalitat para que abandone la locura suicida en la que ha embarcado a Cataluña y se comporte como el Gobierno de todos los catalanes que debería ser y no sólo de la minoría extremista que alimenta el odio y la fractura de la sociedad catalana y, por ende, española. No se trata de librar guerra alguna de banderas ni de números ni, por supuesto, de trasladar a la calle lo que es propio de las instituciones democráticas de un Estado de derecho como es el nuestro. En primer lugar, porque detrás de la convocatoria sólo están asociaciones independientes de los organismos públicos que, por lo tanto, carecen de los grandes medios financieros, propagandísticos y logísticos con los que la Generalitat, olvidando su papel institucional, fomenta la coreografía sectaria independentista. En segundo lugar, pero no menos importante, porque la mayoría de los catalanes saben que la defensa de sus derechos y libertades, de su soberanía, en suma, está confiada a la Constitución y a quienes tienen el deber de respetarla y hacerla respetar. Mañana, pues, en la plaza de Urquinaona, no se llama a confrontación civil alguna, sino a expresar en estos momentos difíciles la voluntad de ser catalán con todos los atributos. Es necesario que se visualice esa voluntad porque lo visto y padecido estos últimos días en Cataluña ha revelado a las claras, sin los velos de la más gigantesca campaña de propaganda que ha conocido el mundo, pero, también, sin los paños calientes de la equidistancia, hasta dónde había llegado la capacidad de opresión de la maquinaria independentista sobre cualquier ciudadano, sin diferencia de edad o condición, que se atreviera a disentir del pensamiento totalitario. Pero si durante demasiados años, injustamente, el conjunto o de la sociedad española no acababa de ver como propios y en toda su gravedad los sufrimientos de unos conciudadanos sometidos a la dictadura silente y disimulada que, al final, se ha dado a conocer, ahora es tiempo de acompañar con el afecto, la solidaridad y la cercanía que caracteriza a los españoles a nuestros compatriotas de Cataluña, ya sea en las calles de Barcelona o a lo largo y ancho de todo el territorio. Sin duda, la manifestación de este domingo debe ser y será un éxito, no sólo por la gran movilización que se prepara, sino porque por primera vez en muchos años será transversal a todos los que creen en una España unida bajo la Constitución y la libertad. De ahí el apoyo que han recibido los convocantes de múltiples organizaciones y entidades repartidas por todo el país y, también, de las tres grande formaciones políticas constitucionalistas, –Partido Popular, Ciudadanos y PSOE, aunque este último no oficialmente–, que llaman a reunirse en Barcelona a todos los españoles de buena voluntad.