Terrorismo

El fútbol, símbolo de libertad

La Razón
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El deporte, por su gran repercusión popular y mediática, pero, también, por lo que ha significado en el avance de los pueblos y en el desarrollo de las relaciones pacíficas entre las naciones, siempre ha estado entre los objetivos preferentes de los terroristas, no importa el sesgo ideológico con que pretendan identificarse. Si hay un elemento distintivo de una sociedad abierta, libre y próspera, donde la convivencia ciudadana fluye con normalidad es, precisamente, su manera de abordar el fenómeno deportivo. De ahí que la violencia, cualquier tipo de violencia, ejercida en ese ámbito sea especialmente grave para las sociedades democráticas, más cuando se produce en un deporte de masas de trascendencia mundial, como es el fútbol. Aunque, como ya hemos señalado al principio, los espectáculos deportivos siempre han estado en el punto de mira del terror –sin ir más lejos, la banda etarra colocó dos coches bomba en los alrededores del estadio Santiago Bernabeú, en Madrid, el 2 de mayo de 2002, que estallaron en las horas previas a un Real Madrid-Barcelona–, la irrupción del Estado islámico, que prohibe, entre otras actividades que considera asociadas a los valores occidentales, la práctica del fútbol y llega a asesinar a quienes son sorprendidos siguiendo un partido por la televisión, supone, por lo tanto, una amenaza agravada para la seguridad de los aficionados, al tiempo de que se trata de un tipo de terrorismo muy difícil de conjurar policialmente. Si se confirman las primeras investigaciones de las autoridades alemanas sobre el atentado sufrido el pasado miércoles por el equipo del Borussia Dortmund –en el que resultó herido el jugador español Marc Bartra y un policía que escoltaba el autocar del equipo–, nos hallamos ante un nuevo ataque islamista, que si no ha tenido mayores consecuencias ha sido por azar. En efecto, las tres bombas iban cargadas de metralla, la onda expansiva alcanzó más de 100 metros y una de las esquirlas se incrustó en el reposacabezas de uno de los asientos del autocar. Junto a cada uno de los tres explosivos, se hallaron sendas cartas de reivindicación en nombre del Estado Islámico, con amenazas para «todos los infieles», pero señalando específicamente a «actores, cantantes y deportistas». Si insistimos en los detalles del atentado es para recalcar que la ausencia de víctimas mortales no debe inclinarnos a minusvalorar la gravedad del mismo ni lo que significa de salto cualitativo en la amenaza del Estado Islámico. Aunque, contrariamente a lo que podría pensarse, los encuentros deportivos son los acontecimientos públicos que tienen mejores medidas de seguridad, es evidente que no existe el riesgo cero, mucho menos cuando hablamos de grandes concentraciones de personas. Pero la solución no puede ser renunciar a nuestro modo de vida, a nuestras aficiones y al disfrute del ocio de las sociedades libres, que es lo que buscan los terroristas. La situación exige, pues, de las autoridades policiales europeas los mayores esfuerzos, especialmente en la cooperación entre los distintos servicios nacionales, que es una asignatura pendiente en la UE, pero, al mismo tiempo, obliga a los simples ciudadanos a tomar conciencia del peligro y a facilitar con su comportamiento cívico y su colaboración la labor de quienes están encargados de protegernos. Por ejemplo, renunciando a introducir en los campos de fútbol voluminosas mochilas que muchas veces ocultan bebidas en envases de cristal o bengalas y que sólo entorpecen el trabajo de la Policía. Sin caer en histerimos, pero sin bajar la guardia. A los islamistas se les derrotará si cada uno de nosotros pone de su parte.