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El increíble descaro de Tsipras

La Razón
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No salían ayer de su asombro los participantes en la cumbre informal de la eurozona ante el comportamiento de un primer ministro heleno, Alexis Tsipras, dispuesto a seguir utilizando la amenaza de la ruptura del euro y del daño a la construcción de Europa sin otro objetivo aparente que no verse obligado a pagar los 3.500 millones de euros al Banco Central Europeo, cuyo plazo vence el próximo día 22 de julio. Es decir, ganar tiempo, con la esperanza de que se consuma la fractura interna entre los socios del euro y que la triple presión de Francia, Italia y Estados Unidos –Barack Obama fue ayer interlocutor privilegiado del «premier» griego– sobre la canciller de Alemania, Angela Merkel, lleven al Bundesbank a resignarse a un nuevo rescate de Grecia, en las condiciones favorables que exige Atenas. Tal es así, que algunos presidentes de la UE abandonaron la habitual cautela dialéctica que preside estos encuentros para despacharse con acerbas críticas al descaro del primer ministro heleno, que llegó a ser calificado de jugador de póker por parte de la presidenta lituana, Dalia Grybauskaite, hecho insólito que explica hasta qué punto la maniobra de Alexis Tsipras está produciendo irritación y desconcierto en el seno de la eurozona. Porque, pese a las continuas protestas desde las instituciones europeas de que la pelota está en el tejado de Grecia y de que tienen que ser las autoridades helenas las que acepten sin reservas las condiciones para un nuevo rescate, lo cierto es que cada vez pesan más en el ánimo y en las actitudes de algunos jefes de Gobierno de la eurozona las opiniones, muy extendidas entre los sectores de la izquierda, de que dejar caer a Grecia supone entrar en un proceso de deconstrucción comunitario. Por supuesto, no hay tal peligro, pero sí una divergencia de intereses que enfrentan a los países que han tenido que luchar contra la crisis económica abordando duras medidas de ajuste del gasto público –caso de España, Portugal, Irlanda y los países bálticos–, con Francia e Italia, mucho más proclives a buscar una salida «política» a la situación griega, por cuanto también París y Roma se encuentran emplazados a un programa de reformas y reequilibrio de la deuda pública. Todo ello sin descontar otros factores externos, de innegable transcendencia geoestratégica, de los que el Gobierno griego está sirviéndose con maestría, como demuestra la insistencia de Washington en que la eurozona llegue a un acuerdo a cualquier precio. Es evidente que un fracaso con Grecia no sería bueno para nadie y que es conveniente hacer los mayores esfuerzos para evitarlo. Pero no será posible sin la colaboración leal de una de las partes que es, además, la más perjudicada, pues Alexis Tsipras sabe que la economía de su país es inviable en las actuales circunstancias. Las poses de tahúr nunca han solucionado nada.