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El PSOE es hoy determinante, pero mañana puede caer en la nada

La Razón
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Entre las numerosas voces socialistas que se han pronunciado contra la estrategia de supervivencia personal de su secretario general, Pedro Sánchez, es preciso destacar la intervención del diputado castellanomanchego José María Barreda porque, entre otras cuestiones, sortea la trampa intelectual tendida por el secretario general del PSOE, que pretende reducir los términos de la actual crisis del partido a un maniqueo «sí» o «no» a Mariano Rajoy. Puede que ese planteamiento simplista y sectario cale entre la militancia socialista de base, pero lo que está demostrado es que no le ha servido a Sánchez para movilizar a sus votantes. Todo lo contrario, el discurso radical, que identifica al adversario político con la imagen del mal absoluto y que se sostiene sobre la caricatura de la realidad, ha hecho que el Partido Socialista pulverice marcas negativas, elección tras elección. De ahí que el análisis de la situación que hizo ayer José María Barreda y que, con matices, suscribe la mayoría del grupo socialista en el Congreso, debiera servir de referencia en la próxima reunión del Comité Ejecutivo, precisamente, porque aunque implica la retirada del veto a Mariano Rajoy, abre la vía al desbloqueo institucional que padece España desde hace ya un año y, lo que es más importante desde el punto de vista interno, permite al PSOE mantenerse como fuerza política determinante en la actual legislatura. Como señala Barreda, 85 escaños son muy pocos para intentar una alternativa de Gobierno viable, pero son más que suficientes para condicionar, desde la oposición, la gestión de un Ejecutivo en minoría parlamentaria, como el que conformaría Mariano Rajoy. Cualquier otra opción lleva a una repetición de las elecciones generales, con el PSOE herido por luchas intestinas y sin un candidato que concite la adhesión mayoritaria de las federaciones socialistas. En estas circunstancias de pugna interna –que los electores suelen castigar con dureza–, lo más probable es que la candidatura de Pedro Sánchez consiguiera descender de los 85 escaños –advierte Barreda– con lo que el PSOE pasaría a la irrelevancia parlamentaria. Siguiendo esta línea de argumentación, la conclusión es obvia: la abstención de los socialistas en una segunda investidura del candidato del Partido Popular rendundaría en beneficio propio, aunque sólo fuera porque daría tiempo a la organización socialista para recomponer los consensos internos y abordar tranquilamente el imprescindible proceso de reconstrucción. En cualquier caso, es un escenario mucho mejor para el PSOE que el que plantea la intransigencia de Pedro Sánchez, con una oposición interna creciente y unos plazos apurados que lastran la propuesta de la alternativa lógica y deseable que representa la actual presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. Incluso si se consiguiera la dimisión del actual secretario general, la nueva dirección socialista estaría constreñida por un calendario endiablado que termina a finales de diciembre y que limita las posibilidades del partido a la hora de competir en las urnas. No es, sin embargo, un problema menor que Pedro Sánchez se haya instalado en una mentalidad de «fortaleza sitiada», que sólo ve enemigos, incluso entre sus propias filas, porque oscurece la objetividad de los razonamientos. La opción que propone José María Barreda es buena para el Partido Socialista y para el conjunto de los ciudadanos. Sólo queda aplicarla.