Primarias en el PSOE

El PSOE se debe a sus votantes

La Razón
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Según el último sondeo de «NC Report» publicado en abril, de celebrarse elecciones generales, el PSOE apenas alcanzaría los cuatro millones y medio de votos, es decir, un millón menos que los obtenidos por Pedro Sánchez en junio de 2015, en lo que ya fue su peor resultado electoral de la democracia. Ciertamente, una parte de esta caída puede atribuirse a las consecuencias de la grave crisis económica que atravesó España, que generó una mayor desconfianza en los partidos tradicionales y contribuyó a aupar a las formaciones populistas de discurso radical y soluciones simplistas, pero se equivocan quienes creen que basta con acentuar el componente izquierdista del socialismo español para recuperar el apoyo perdido en las urnas. Y se equivocan, porque nada hay más alejado del modelo que representan Podemos o las CUP que el electorado socialista. En efecto, según confirma el barómetro del CIS del pasado mes de abril, el 58, 4 por ciento de los votantes tradicionales del PSOE se consideran socialdemócratas y se sitúan en el ámbito del centro izquierda; otro 14,5 por ciento de definen como liberales, próximos al centro derecha, y sólo un 10,3 por ciento se posicionan con la llamada «izquierda progresista». Pero hay más: los votantes socialistas son, de entre todos los encuestados, los que más defienden el actual sistema autonómico –el 55,3 por ciento, es decir, 15,3 puntos más que la media española, consideran que no se deben abordar cambios en el modelo territorial– y los que más rechazan la hipótesis del derecho de autodeterminación de las comunidades autónomas. Sólo el 1,2 por ciento de quienes se declaran votantes socialistas admitiría la independencia, por ejemplo, de Cataluña, y solamente el 1,7 por ciento no se considera español, frente al 6,3 por ciento del conjunto del censo. Sorprenderá también a algunos que el 81,1 por ciento de los votantes del PSOE se declaren católicos –frente al 69,9 de la media española– y que sea el segmento de población con menor porcentaje de ateos o practicantes de otras religiones. Finalmente, más de la mitad del electorado socialista –el 58,7 por ciento– son jubilados o declaran estar en paro. Con los datos del CIS sobre la mesa, cabe preguntarse si en la estrepitosa caída de votos del PSOE no ha influido, tanto como la crisis o más, la pérdida de las señas de identidad socialistas que ha caracterizado la política de su último secretario general, Pedro Sánchez, y que tiene su máxima expresión en la serie de acuerdos de gobierno contra natura con los nacionalistas en ayuntamientos y autonomías. También, en la falta de clarificación sobre el modelo territorial, con una posición equidistante y equívoca en el caso catalán, que ha llevado a la irrelevancia al PSC, y, por último, en la reedición de las obsesiones anticatólicas, que para nada comparte la mayoría de sus votantes. Por ello, y pese al ruido ambiental que se genera desde el ámbito que representa Pablo Iglesias, que sólo persigue reeditar el proceso de «sorpasso» griego, es de esperar que los militantes socialistas que hoy están llamados a las urnas, devuelvan a la mayoría de sus votantes un proyecto de partido acorde a sus convicciones, que están muy alejadas de la radicalidad al uso. El reciente ejemplo francés, que ha supuesto la práctica desaparición del PSF, debería ser suficiente advertencia contra los riesgos de una decisión que no tenga en cuenta a los votantes. La recuperación de los votos socialistas perdidos no está en el campo de la extrema izquierda sino en la vuelta a los valores y principios socialdemócratas que caracterizaron al mejor PSOE.