Constitución

El Rey llama a trabajar juntos por Cataluña y por España

La Razón
La RazónLa Razón

Cataluña fue la comunidad elegida por Felipe VI para su primer viaje oficial. Fue el 26 de junio de 2014, una semana después de su proclamación como Rey. Su primer discurso fue en la entrega de los premios de la hoy llamada Fundación Princesa de Girona y allí quiso dejar claro cuál era su misión como jefe de Estado: buscar la «colaboración sincera y generosa». Alabó al pueblo de Cataluña, el «amor a su tierra y en especial a la lengua y cultura que los caracteriza, el sentido emprendedor, la capacidad de iniciativa, el espíritu reflexivo y crítico o la mirada hacia el exterior». Mostró su respeto a sus instituciones y símbolos y, de manera especial, a «una lengua, el catalán, que en diálogo y convivencia permanente, sincera y enriquecedora con el castellano, es un elemento sin el cual no es posible comprender la cultura de esta tierra». El entonces presidente de la Generalitat, Artur Mas, ya había puesto la maquinaria del «proceso» y sólo unos meses después, el 9-N, se celebró un referéndum de independencia pese a haber sido ilegalizado por el Tribunal Constitucional. Un mes después, el 11 de diciembre, el Rey volvió a Cataluña. «Hoy más que nunca es necesario unir fuerzas y estrategias. Todos somos necesarios pues es cada vez más evidente que no podemos encontrar respuestas de forma aislada», dijo en aquella ocasión. Felipe VI multiplicó los contactos con empresarios y representantes de la sociedad civil catalana y volvió a insistir en la necesidad de «abordar juntos» los problemas. El 30 de mayo de 2015, el Rey aguantó con entereza y dignidad una pitada en el Camp Nou propiciada por el independentismo oficialista ante la complicidad insoportable de Artur Mas. Felipe VI insistió en el diálogo, en el buen hacer y sensatez de los dirigentes catalanes. Esa es la función del jefe del Estado, símbolo de nuestra democracia. Ayer, en los actos conmemorativos del 25 aniversario de los Juegos Olímpicos de Barcelona reivindicó el entendimiento y la colaboración entre instituciones que propició el rotundo éxito del proyecto olímpico. La Barcelona del 92 «puso de relieve ante el mundo y ante nosotros mismos lo que somos capaces de hacer y los grandes éxitos que podemos conseguir cuando trabajamos juntos y en una misma dirección», dijo Don Felipe. Aquel espíritu de colaboración y lealtad en beneficio del conjunto de los ciudadanos contrasta con la situación política que vive Cataluña sometida al plan secesionista: todo el esfuerzo de sus dirigentes está dirigido a cumplir un objetivo que ha dejado dividida a la sociedad catalana y en el que se ha renunciado a la gestión de los recursos y el esfuerzo colectivo para acabar siendo todo una ideología basada en la diferencia. Hay que volver a «pensar en grande», como apuntó ayer Felipe VI. La Monarquía parlamentaria ha sido la valedora del mayor nivel de autogobierno alcanzado por Cataluña y ha sido un ejemplo de respeto hacia sus instituciones, lengua y cultura. De ahí que la pregunta prevista para el referéndum ilegal del 1 de octubre «¿Quiere que Cataluña sea un estado independiente en forma de república?» es un ejemplo del irresponsable desafío soberanista. El papel de la Corona está fijado en el artículo 56 de la Constitución («El Rey es el jefe del Estado, símbolo de su unidad») y su incumplimiento supondría la quiebra de nuestro sistema democrático y de nuestra forma Estado. Hay demasiado en juego.