Bruselas

Europa ve en Mariano Rajoy una garantía frente al populismo

La Razón
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La cumbre que reunió ayer en Berlín a los jefes de Estado y de Gobierno de los cinco países más grandes de la UE y al todavía presidente norteamericano, Barack Obama, que se despedía así de sus aliados europeos, no ha conseguido disipar la sensación, si se quiere indefinible, de que el proyecto de Europa tal y como hoy lo concebimos está en peligro. Que las amenazas se concretan en el horizonte y que, tal y como ha sucedido en Estados Unidos, ninguna sociedad, por avanzada política y socialmente que sea, está libre del virus del populismo. De hecho, sólo dos de los mandatarios asistentes, la anfitriona, Angela Merkel, y el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, están en condiciones de representar y defender el ideal comunitario, atacado a derecha e izquierda por el resurgimiento de los nacionalismos, que excitan los atavismos locales frente al proyecto de un mundo cada vez más abierto e interrelacionado. La crisis económica, sí, pero también los errores cometidos en la gestión de la oleada migratoria y los desajustes de un mercado industrial que no termina de adaptarse a las nuevas condiciones del mercado libre, están dando alas a quienes proponen las gastadas fórmulas del proteccionismo y la autarquía, y extienden los falsos mitos de las soberanías nacionales sacrificadas en el altar de la burocracia de Bruselas. Así pues, junto con Merkel y Rajoy, se sentaban en la misma mesa un inquilino de la Casa Blanca que debe entregar el relevo a un Donald Trump que ha hecho bandera del aislamiento y las barreras arancelarias; la primera ministra británica, Theresa May, emplazada a retirar a su país de la UE; un presidente de Francia, François Hollande, cuya herencia es una extrema derecha antieuropeísta reforzada, y un primer ministro de Italia enfrentado a un referéndum de reforma constitucional –por él mismo promovido– y que, ante el riesgo cierto de perderlo, hace guiños populistas a costa de los principios de la Unión Europea. Se nos dirá que, incluso, el apoyo que representa la convicción europea de Mariano Rajoy pende demasiado de su minoría parlamentaria, pero, con ser cierto, se compensa con el respaldo, inequívoco en este campo, de los principales partidos del ámbito constitucionalista. Y, por otra parte, Mariano Rajoy es uno de los pocos gobernantes europeos, y aun del mundo, que ha sido reelegido tras haber tenido que enfrentar los peores momentos de la crisis financiera y económica, con el paro desbocado y las finanzas del Estado en caída libre. Y lo ha hecho sin gestos a la galería contra Bruselas. Muy al contrario, en estrecha coordinación con la Comisión Europea, pero desde la independencia en la gestión. El éxito del trabajo español –que ayer fue reconocido sin ambages por la canciller alemana, en la reunión bilateral– refuerza, por supuesto, el papel de España en el seno de la UE, pero, al mismo tiempo, nos convierte en parte del «núcleo duro» procomunitario, al lado de Alemania, en unos momentos en los que la postura más cómoda, políticamente hablando, sería la de un cierto excepticismo crítico, que contente a los adversarios de la globalización, como han hecho otros gobiernos. España, mientras siga Mariano Rajoy al frente del Gobierno, es una barrera en Bruselas ante las amenazas del populismo. Al menos, así lo entiende Angela Merkel, que parece llamada a liderar la UE en tiempos de tormenta.