Carreteras

La DGT debe asumir responsabilidades

La Razón
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Aunque, al parecer, se ha vuelto inevitable la politización de los incidentes meteorológicos que, por la razón que sea, interrumpen el normal desenvolvimiento de los servicios públicos, lo cierto es que la odisea sufrida por miles de conductores, atrapados por una nevada anunciada en una autopista de peaje, debería interpelar a todos los responsables concernidos sobre la idoneidad de los llamados protocolos de viabilidad invernal actualmente en vigor. Lo fácil, y permítasenos el juego de palabras, es transferir la responsabilidad hasta que amaine la tormenta y vuelva a lucir el sol, en la confianza de que la climatología media española, escasa en este tipo de fenómenos, hace olvidadizo al ciudadano. Sin embargo, el hecho de que las autoridades tuvieran que recurrir a la ayuda del Ejército para rescatar a las miles de personas que llevaban más de diez horas bloqueadas en una de las vías más transitadas de España, que ha sido objeto, además, de una reciente obra de ampliación, demuestra que algo no funciona adecuadamente en esos planes de emergencias. Es evidente que cabe atribuir a los ciudadanos una parte de la responsabilidad, una vez que la AEMT había emitido la correspondiente previsión de fuertes nevadas en el «noroeste peninsular» para el pasado fin de semana, festividad de Reyes Magos. También es cierto que la DGT, que dirige Gregorio Serrano, había reiterado las habituales recomendaciones sobre la necesidad de adecuar los viajes a las posibles incidencias –llevar cadenas, el depósito de combustible lleno, baterías de móviles de repuestos, agua y algún alimento– e, incluso, que Fomento y los responsables autonómicos habían desplegado los medios mecánicos de rigor y esparcido sal y salmuera sobre las calzadas más expuestas para evitar la formación de placas de hielo. Pues bien, nada de todo esto fue suficiente para conjurar el caos de tráfico que se montó y que, milagrosamente, no produjo víctima alguna, pese a que entre los atrapados se hallaban numerosos niños pequeños y ancianos, ya que muchas familias regresaban a Madrid de sus vacaciones navideñas. La primera conclusión parece obvia: la información no llega a los conductores con la suficiente claridad. Si una alerta es incapaz de modificar la planificación de un desplazamiento o, siquiera, de concienciar a sus destinatarios sobre el riesgo del que se avisa, es que, simplemente, está mal planteada. Tal vez, la información de la AEMT no discrimina suficientemente las zonas de riesgo; quizás la información de la DGT no se produce en tiempo y forma, como demuestran los numerosos paneles luminosos desfasados, o, también, las concesionarias de las autopistas descuidan la formación profesional de sus empleados, algunos de los cuales aseguraban desde las cabinas de peaje que la vía estaba despejada cuando la Guardia Civil había comunicado el cierre. Como señalaba ayer el Real Automóvil Club de España (RACE), la mayoría de los conductores relacionan el uso de las cadenas de nieve con la circulación por carreteras convencionales y puestos de montaña, pero no por una autopista de peaje que es, además, por donde se aconseja transitar al ser las vías más seguras. Sin duda, la multiplicidad en la gestión del Tráfico de administraciones, entes públicos y empresas privadas favorece la dispersión de las responsabilidades, pero hemos de concluir en que es a la DGT a quien compete en mayor medida abordar las modificaciones que sean necesarias en los protocolos de vialidad invernal para que estas situaciones no se vuelvan a repetir. La otra opción es confiar en que el tiempo dé tregua hasta, al menos, el siguiente Gobierno.