Internacional

La experiencia española como aval contra el yihadismo

La Razón
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En la entrevista con el ministro del Interior en funciones, Jorge Fernández Díaz, que hoy publica LA RAZÓN están perfectamente descritos los problemas de fondo de la política antiterrorista europea. Sin una sola crítica a las autoridades belgas, algo que sería impropio de un representante institucional, el ministro describe no sólo las carencias en la colaboración policial en la UE, sino que ofrece la experiencia española en la lucha contra el yihadismo, cuyo éxito se basa, por supuesto, en la eficacia de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad pero, también, en haber llevado a cabo una adecuación puntual de la legislación desde el respaldo político del pacto de Estado antiterrorista firmado por el Partido Popular y el PSOE. Son instrumentos legales, como la figura del «agente encubierto», incluida en la reciente reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, sin los que hubiera sido muy difícil adecuar los medios de defensa a la amenaza. Y aun así, sin perder la perspectiva de que las sociedades democráticas occidentales, que garantizan un bien superior como es el de las libertades individuales y el respeto a los derechos humanos, son especialmente vulnerables a este tipo de ataques indiscriminados contra la población civil, llevados a cabo por individuos que conocen perfectamente el terreno geográfico, social y político en el que actúan porque han crecido entre sus potenciales víctimas y, en consecuencia, han gozado de todo el sistema de libertades que quieren destruir. Es decir, que nadie está libre de una acción terrorista y es preciso mantener alta la guardia todos los días del año. Sin embargo, como no podía ser de otra forma, no propone el ministro del Interior español medidas que vayan contra los derechos individuales, ni aceptaría paréntesis en las garantías constitucionales, como piden algunas voces en el seno de la UE. Su fórmula es que se debe pasar de una vez de las palabras a los hechos. Y la ilustra con un ejemplo: no es aceptable que se lleve cinco años discutiendo sobre cómo poner en marcha la lista de pasajeros sospechosos que entran y salen de las fronteras exteriores de la Unión Europea. Lo mismo reza para los protocolos de intercambio de información entre los servicios policiales que, sin aspirar a un fichero único del tipo FBI, se han mostrado extremadamente eficaces allí donde se han puesto en marcha. Y, en este caso, también podemos presumir legítimamente del esfuerzo de colaboración, basado en una confianza mutua bien ganada, con los servicios de Información de Francia, Reino Unido, Marruecos y Estados Unidos, que ha determinado algunas operaciones policiales muy complejas. En definitiva, España puede aportar mucho a la lucha internacional contra el yihadismo islamista desde una experiencia duramente adquirida y con el aval de la eficacia de la Policía Nacional y la Guardia Civil que sólo desde 2015 han desarticulado 41 células terroristas, algunas de las cuales ya estaban preparadas para actuar. Los atentados de Bruselas, como antes los de París, demuestran que el peligro, más que del exterior, se halla latente en unas comunidades de las que surgen individuos con problemas de integración y que, en buena parte de los casos, venían desenvolviéndose en la delincuencia común. Como señala Fernández Díaz, sólo desde la comprensión del fenómeno global y desde la unidad de acción de la Unión Europea se podrá hacer frente con éxito a estos bárbaros.