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La opción de Sánchez implica abrazarse a los separatistas

La Razón
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Conocida y reiterada la razonable posición del presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, de no presentarse a una votación de investidura para la que no cuenta con los suficientes apoyos electorales, desde diversos sectores de izquierdas se anima al secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, a que en la audiencia de hoy con Su Majestad el Rey plantee su candidatura y acepte el correspondiente encargo de formar gobierno. El problema, más allá de los pueriles ejercicios de voluntarismo de los miembros de la actual dirección federal socialista, es que Sánchez, que se ha cerrado en banda a cualquier tipo de acuerdo con el Partido Popular, sólo podría llevar adelante su propósito arrojándose en brazos de los partidos separatistas, algo que le ha sido específicamente vetado por la resolución del Comité Federal del PSOE, que es el que marca las líneas políticas del partido. Incluso si concluyera un pacto aceptable con Podemos e Izquierda Unida –lo que no está en manos de Sánchez, sino en las de Pablo Iglesias, que mantiene su intención de adjudicarse las principales carteras ministeriales y, al menos retóricamente, continúa apoyando la demanda de un referéndum de autodeterminación para Cataluña–, debería contar con ERC, PNV y CDC, dado que la pretensión independentista es causa suficiente para alejar a Ciudadanos de cualquier horizonte de acuerdo. Y no es la única causa, por supuesto. Ayer, el propio Albert Rivera insistió, tras la audiencia con Su Majestad, en que las incompatibilidades con Podemos no se circunscriben al modelo territorial del Estado, sino a la diferente posición sobre la economía de libre mercado, la moneda única y la integración europea. Pero si el líder de Ciudadanos no está dispuesto a formar parte de un pacto que incluya a la formación de Pablo Iglesias, tampoco los populistas son favorables a una transacción en la que figure Ciudadanos. En este sentido, Xavier Domenech, el portavoz en el Congreso de En Comú Podem, una de las plataformas ligadas a Podemos, ha llegado a calificar a los dos partidos emergentes de antitéticos en sus programas económicos y sociales, advirtiendo al PSOE de que «tendrá que escoger entre Albert Rivera o el gobierno de coalición con Pablo Iglesias» y, lo que es más significativo, «con el apoyo implícito o explícito de los partidos nacionalistas». En definitiva, lo que Iglesias ha definido gráficamente como «la cuadratura del círculo»: la pretensión imposible del candidato del PSOE de buscar, al mismo tiempo, vías de entendimiento con Ciudadanos y con Podemos. Pero si la lógica de los resultados electorales y de las posiciones ideológicas previas de los principales partidos constitucionalistas imponen la solución de un gran acuerdo de Estado entre el PP, el PSOE y Ciudadanos, el sectarismo del que ha hecho gala Pedro Sánchez, siguiendo la vieja táctica de demonizar y deslegitimar al adversario, aboca a un Gobierno condicionado por los populistas radicales y los separatistas o a una repetición de las elecciones, que sería la constatación del fracaso de la política. Y, sin embargo, el error cometido por los socialistas de cerrar la puerta a cualquier posibilidad de acuerdo con el Partido Popular no tiene por que ser irreversible. La otra opción, como hemos visto, es que el secretario general arroje al PSOE en brazos de los separatistas.