PNV

La tentación nacionalista acabará por romper al PSOE

La Razón
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Aunque el Partido Socialista de Euskadi había venido prestando apoyo parlamentario al Gobierno del PNV durante la anterior legislatura autonómica –con lo que dejaba patente una de las falacias argumentativas del ex secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, con su insistencia en los «aliados naturales» del Partido Popular–, el pacto de coalición cerrado ayer entre los socialistas vascos y la derecha nacionalista significa, a tenor de los términos contenidos en el acuerdo de gobierno, un peligroso deslizamiento –otro más–, de una federación regional del PSOE hacia posiciones identitarias y, cuando menos, dudosamente constitucionales, que no pueden más que aumentar el desconcierto de unos votantes que no llegan a discernir –como le pasa al resto de los ciudadanos, todo hay que decirlo– cuál es la posición del socialismo español en un asunto tan capital como es el modelo territorial del Estado. Desde luego, en el caso que nos ocupa, la cuestión no está nada clara porque, si bien hay que llegar hasta el último párrafo del documento acordado entre el PNV y el PSE para advertirlo, el pacto abre la puerta a la consideración del País Vasco como nación, a la declaración del llamado «derecho a decidir» y a la convocatoria de un referéndum de ámbito local que contravienen la letra y el espíritu de la «Declaración de Granada», adoptada por el Consejo Territorial del PSOE el 6 de julio de 2013, que, textualmente, señalaba que «los socialistas seguimos creyendo en el Estado de las Autonomías (...) y lo seguiremos defendiendo como el único marco político viable de una España moderna, libre y democrática» . Y advertía de que cualquier reforma constitucional del modelo territorial exigía «restablecer un nivel de consenso tan amplio, al menos, como el que hizo posible la Constitución de 1978», es decir, con la participación del conjunto del pueblo español y no sólo de una parte. Pero es que, además, los compromisos a los que ha llegado el PSE con el PNV auguran no sólo nuevas tensiones internas en el socialismo español, que a este paso corre el riesgo de acabar territorialmente tan fragmentado como Podemos y sus mareas, sino en el seno del propio Gobierno autónomo vasco. En efecto, no hay garantía de que las fuerzas nacionalistas del Parlamento de Euskadi acaben por forzar un referéndum de las propuestas contenidas en el pacto, llevando al PSE a una situación imposible, en la que tendría que desdecirse de lo firmado con los peneuvistas o desmarcarse de la dirección federal del PSOE. Tampoco alcanzamos a ver cuáles son las ventajas, salvo algunos cargos en las consejerías, que obtienen los socialistas de un pacto que, en realidad, los neutraliza como fuerza de oposición de la izquierda, papel que, forzosamente, pasa a desempeñar en solitario la marca de Podemos en el País Vasco. Con el agravante de que el apoyo parlamentario que han dado los socialistas al último Gobierno del PNV no parece haber servido para recuperar la influencia electoral perdida: entre 2009 y los últimos comicios autonómicos, el PSE ha pasado de obtener el 30,7 por ciento de los votos y 25 escaños al actual 11,94 por ciento y 9 escaños. Somos conscientes de que poco puede hacer hoy la Gestora que dirige el PSOE en este asunto, más aún cuando ni siquiera había sido consultada por la secretaria general del PSE, Idoia Mendia. Lo que demuestra la urgencia de una renovación en profundidad de la socialdemocracia española.