El desafío independentista

La vía muerta de Puigdemont acaba en Madrid

La Razón
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Un cortocircuito. Éso es lo que ha provocado en el entorno político y propagandístico de Carles Puigdemont el ofrecimiento del Gobierno para que explicara sus planes secesionistas en el Congreso de los Diputados. La iniciativa de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría ha logrado su objetivo: ha puesto negro sobre blanco el sectarismo y el desprecio a la soberanía de todos los españoles –incluidos la inmensa mayoría de los catalanes–, que subyace en el trágala independentista que abandera Puigdemont. Ante una invitación a la sede de las soberanía de todos, Puigdemont sólo ha logrado articular una peregrina excusa: «sólo iré si antes Rajoy me da el sí por adelantado». El presidente catalán se confunde. No está en la mano del presidente del Gobierno hablar por todos los españoles. Él no se puede arrogar la voluntad de sus compatriotas. Ni tampoco firmar o asentir ante asuntos que la Constitución le prohibe. Puigdemont, con sus exigencias, se quiere curar en salud. No quiere ser otro Ibarretxe de infausto recuerdo para todos los nacionalistas. Sabe que en 2005, con la defensa de su Plan en el Congreso y la posterior votación, el asunto quedó zanjado. Mañana el presidente de la Generalitat mareará la perdiz en el Foro. Acudirá al Ayuntamiento, cerca de Las Cortes, donde Manuela Carmena le ha dado oxígeno político. Sin duda los estertores soberanistas se oirán en la Carrera de San Jerónimo.