El desafío independentista

Los socios okupas de Puigdemont

La Razón
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El lenguaje político es la herramienta para hacer creíbles los proyectos políticos. En boca de Carles Puigdemont, el nacionalismo catalán está instalado en una inmadurez y una fantasía preocupantes. «Última oportunidad», «la paciencia no es infinita», «dos millones de españoles pidieron cancelar su suscripción...» con España. Así se expresa el presidente de la Generalitat para exponer el estado de ánimo del «proceso» y el cumplimiento de la hoja de ruta independentista. No sólo es un lenguaje amenazador, sino basado en la irrealidad y la prestidigitación. Ayer propuso en el Foro de la Nueva Economía que la única negociación posible con el Estado es acordar una fecha y una pregunta para un referéndum de independencia. Dio un plazo de un año. La realidad es muy diferente y responde a una crisis política en Cataluña que impide la aprobación de los Presupuestos y abre la posibilidad de nuevas elecciones. Puigdemont, antes de venir a Madrid a proponer soluciones extremistas, no debería olvidar que es presidente gracias al apoyo de una formación, la CUP, antisistemas confesos, que ni siquiera es favorable a mantener el mínimo orden público y cuyos diputados participan abiertamente en los disturbios provocados por los okupas. ¿De qué habla Puigdemont si ni siquiera ha pedido explicaciones a sus socios anticapitalistas?