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Podemos: miseria moral y política ante la muerte

La Razón
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El fallecimiento de Rita Barberá sorprendió a la clase política en plena actividad en las instituciones. La mayoría de sus representantes, tanto en las Cortes como en el Parlamento de la Comunidad Valenciana o el Ayuntamiento de Valencia, supo estar a la altura de la luctuosa circunstancia y responder con el respeto, la cercanía y la humanidad debidas ante la desaparición súbita de la que fue una figura sobresaliente del municipalismo español y una servidora pública que contó con la confianza mayoritaria de sus conciudadanos durante más de dos décadas. Hubo excepciones, personalizadas en el líder de Podemos, Pablo Iglesias, y en los diputados de su grupo, entre ellos Alberto Garzón, Íñigo Errejón o Diego Cañamero. Ellos se desmarcaron del minuto de silencio que el Congreso guardó en memoria de Rita Barberá, cuyo cadáver permanecía aún en la habitación del hotel, a pocos metros del Palacio de la Carrera de San Jerónimo. Iglesias denigró la figura de la ex alcaldesa de Valencia, a la que tildó de corrupta, y, en un ejercicio de demagogia superlativo, pidió minutos de silencio en la Cámara por las víctimas de la pobreza energética. Iglesias y sus camaradas se retrataron ayer por si alguien no conocía todavía su talla moral. Tanto, que se quedaron solos en su fanatismo cruel, pues ni sus compañeros de Podemos en el Senado ni en Valencia los secundaron. Iglesias y los suyos juzgaron y condenaron en vida a Rita Barberá con su justicia sumaria y profanaron su memoria en la hora de la muerte sin decencia alguna. Cabe esperar que los españoles tomen nota.