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Por responsabilidad, el PSOE debe permitir que gobierne Rajoy

La Razón
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La propuesta de Mariano Rajoy está encima de la mesa y es clara: que el PSOE le apoye, de la manera que considere oportuna, para presidir el Gobierno. O, dicho para que los obstruccionistas que se quieren hacer absurdamente fuertes en la dañada casa del socialismo español, que le deje gobernar. Que lo hagan de la manera que entiendan que pueda ser más beneficiosa para los intereses de su partido. Pero ahora lo que está en juego no son los intereses de ningún partido, ni siquiera del que tiene más opciones para gobernar. Lo que nos jugamos es el futuro más inmediato de España. Sin dramatismos, pero con la evidencia de que no nos podemos permitir unas terceras elecciones. Hay que partir de un hecho evidente: el PP ha ganado las elecciones con 14 escaños más que el 20-D y está capacitado para formar Gobierno, si recibe los apoyos necesarios; por contra, el PSOE ha vuelto a descender en escaños –y dejarse cien mil votos– y sus potenciales aliados no suman para conseguir La Moncloa. Por lo tanto, la opción de gobierno está en manos de Rajoy. El primer paso de Pedro Sánchez no ha sido tenderle la mano al PP –ni siquiera por la estrategia de los populares en la campaña de presentarse como la alternativa que podía frenar a Podemos, que sólo tenía la aspiración de hacer del PSOE un Pasok, es decir, nada–, sino persistir en la idea de que nunca apoyarán ni permitirán un Gobierno de Rajoy. Se trata de una decisión desconcertante y muy precipitada, motivada por no saber asumir el peso de los hechos: Sánchez no tiene opción de ser presidente. Es una manera de ganar tiempo, aunque no estamos para jugar y demorarnos en tacticismos que no llevan a nada. El PSOE espera la reunión del Comité Federal del próximo día 9, donde se marcarán las líneas que el partido deberá seguir en su política de pactos, pero no caben muchas opciones. En este sentido, el terreno está marcado por barones de peso como Susana Díaz, que ayer mismo apostó por que Sánchez permita a Rajoy gobernar. El PSOE debe reflexionar sobre las condiciones de una posible abstención y de constituirse en oposición y liderarla, lo que no es poco teniendo en cuenta que ese puesto, con rango institucional, se lo quería arrebatar Pablo Iglesias. Podemos elucubrar con la posibilidad de la abstención de un diputado del grupo socialista en el Congreso que facilite el gobierno al PP, consiguiendo así que todo el bloque de izquierdas más independentistas sumen 174, cifra por debajo de la mayoría, pero esta opción no deja de ser una fórmula cicatera. Es necesario que en estos momentos el PSOE se comprometa y que Sánchez defienda como un verdadero líder que es necesario que España tenga ya un Gobierno y que él sea la oposición, una oposición dura, si es necesario. Está en su derecho. Insistir en querer gobernar cuando no es posible nos sitúa en el límite de lo aceptable de un líder en estos momentos. Vuelve a estar encima de la mesa la opción de la gran coalición con los mismos actores, pero reformulada por el imperativo de que ya no hay más salida. Albert Rivera, que fue valedor de esta opción, parece que no ha hecho una lectura correcta de los resultados electorales y del severo castigo que ha sufrido Ciudadanos. Rajoy ha ganado por un amplio margen y poner en duda su continuidad es poco menos que deslegitimar los resultados por un partido con 3,2 millones de votantes frente a otro con 7,9 millones. Lo importante ahora es no volver al lenguaje de las «líneas rojas».