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Presupuestos para crecer mejor

La Razón
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Se equivocó ayer el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, al enfocar el debate de los Presupuestos Generales del Estado como si se tratara de un debate del Estado de la Nación intentando contender con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a través de la figura interpuesta del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro. Ni el fondo ni la forma fueron los adecuados, con el resultado de una intervención del socialista con un tono excesivamente mitinero que tuvo una réplica fácil, con un punto desabrido y aun displicente, por parte del titular de Hacienda. En efecto, el ministro Montoro no tuvo más que reclamar a Pedro Sánchez concreción presupuestaria y coherencia económica, sirviéndose de una palmaria hemeroteca, para demostrar la improvisación y falta de calado de sus propuestas. No hubo pues, en esencia, debate presupuestario por parte del principal partido de la oposición, sino una reiterada exposición catastrofista de los cuatro años de legislatura popular, muy en la línea de los discursos radicales en boga que, por negar, niegan hasta la evidencia de que España está creciendo, de que hay menos paro y de que se está recuperando la recaudación fiscal. Sobre esos tres ejes básicos descansan, precisamente, los Presupuestos de 2016, en los que, por primera vez desde 2011, crece el gasto social, se recupera parte del poder adquisitivo perdido por los funcionarios desde las reducciones salariales dictadas por el último Ejecutivo socialista en 2010 y se acomete la reducción de la presión fiscal, con mayor incidencia en las rentas medias y bajas. En definitiva, los PGE de 2016 reparan en parte el esfuerzo de toda la sociedad española durante los años de la crisis, y especialmente el de las clases medias, a quienes se exigió mayor contribución fiscal, y el de los funcionarios públicos, que vieron mermados sus ingresos. Sin embargo, ayer se escuchó de nuevo entre los bancos de la oposición la expresión «electoralistas» para referirse a los PGE. Sin entrar en la contradicción que supone acusar de una cosa y su contraria, como hicieron algunos portavoces, es preciso reiterar la evidencia de que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se había comprometido al principio de su mandato a dar un giro a la política de ajuste presupuestario a medida que la recuperación económica del país lo fuera permitiendo. Estamos, por lo tanto, ante el cierre de un plan de gobierno a largo plazo, cumplido en sus líneas principales, algo que, sin duda, parece insólito al calor de la experiencia socialista en materia presupuestaria. Los PGE reflejan, pues, las nuevas condiciones en las que se desarrolla la economía española, pero sin renunciar a la ineludible reducción del déficit público comprometida con los organismos europeos. Debería ser un motivo de satisfacción para todos.