El desafío independentista

Puigdemont rendirá cuentas tarde o temprano

La Razón
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Carles Puigdemont esgrimió ayer sus resabiadas dotes como fabulador en su primera comparecencia para valorar la decisión del Supremo de retirar la orden europea de detención. El ex president desparramó toda clase de improperios e infundios contra la democracia y la Justicia españolas, habló de «chapuza», «miedo» y «ridículo» frente a las «buenas prácticas europeas» y profetizó que «después de la retirada de las euroórdenes, el Gobierno acabará retirando el 155 y la represión». Pese a su confianza en ese nuevo escenario, no regresará a nuestro país sin las garantías necesarias que su antigua consejera Ponsatí explicitó en el cierre de los casos penales y la libertad de los políticos que siguen presos. Desconocemos si Puigdemont y el resto de los prófugos se creen sus bravatas o, si como siempre, esgrimen la mentira como instrumento político y de campaña. De lo que estamos seguros es de que el recorrido de las andanzas del destituido president es limitado y declinante. Pretende una suerte de indulto o, sencillamente, que el Estado de Derecho se aplique una amnesia selectiva por la que olvide la conspiración y el ataque contra las libertades de todos. Obviamente, no podrá ser. Como sus conmilitones, tendrá que responder ante los tribunales por delitos gravísimos castigados con penas severas. Podrá recoger su acta de diputado por medio de un tercero, pero si quiere ser president, tendrá que volver a España para enfrentar la investidura de forma presencial. El juez Llarena lo ha dejado en sus manos y en la de su coraje para dar la cara y no la espalda a los suyos como hasta ahora.