Gobierno de España

Sánchez, muleta providencial de los desvaríos separatistas

La Razón
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El líder socialista ha ido a tomar aliento a Cataluña. Tras semanas de críticas por parte de los barones territoriales, por fin, ha hallado en el PSC el apoyo político a su envite de gobierno que otros territorios le niegan. Ayer, en la Fiesta de la Rosa de Gavà, el cuestionado y denostado Pedro Sánchez fue ungido por Miquel Iceta cruzado para acabar con el Gobierno de Mariano Rajoy. Sin embargo, como en ocasiones no deja de repetir el propio Sánchez, en el PSOE existen distintas sensibilidades. Y la encabezada por Iceta no se puede decir que sea ni la más numerosa ni la que tiene mayor peso. De hecho, Iceta y Sánchez, en sus descalabros electorales, han ido parejos. De ahí la escasa autoridad con que se ve a ambos desde otras federaciones que sí tienen responsabilidades de gobierno y sí han ganado elecciones. No ha sido casual que fuera Iceta el que también ha llamado al «diálogo y la negociación». Con sus palabras ha dado la alternativa a Sánchez a hablar con los independentistas. Sus votos son clave para un «Gobierno Frankenstein» –como con socarronería apuntó esta semana la vicepresidenta, Sáenz de Santamaría–. Desde posiciones soberanistas se dejan querer. No hacen ascos a unir fuerzas a quien sea con tal de desalojar de La Moncloa a Rajoy. De hecho, el primero que dio la idea –que, sin duda, estaba en la cabeza de más de uno–, fue el dirigente de la extinta Convergència Francesc Homs, al sugerir la hipótesis de aparcar el referéndum si ello facilitaba la salida de Rajoy de La Moncloa. Desde el círculo más cercano a Pedro Sánchez también se juega la carta vasca. Sus próximos en Ferraz valoran la posibilidad de que el PSE-EE resista en el País Vasco y sea el socio que necesita el PNV para alcanzar Ajuria Enea. Ese peso específico de los socialistas vascos sería contrapuesto a las voces críticas a Pedro Sánchez que llegan desde Aragón, Castilla-La Mancha, Asturias o Extremadura. Territorios donde el PSOE sí gobierna. Para muchos de estos partidos independentistas la estrategia del castillo de naipes ideológico que se plantea sería su última oportunidad frente al descalabro de sus ambiciones que traería aparejadas unas terceras elecciones. En caso de llevarse a cabo esos comicios, muchos independentistas trabajan con la posibilidad, cada vez más cierta, ante el hartazgo del electorado español, de una victoria absoluta del Partido Popular. El peor escenario para sus aspiraciones. Por no hablar de la inquietud con que se observan estos movimientos en sectores económicos. Una inmensa mayoría de la clase empresarial mira con preocupación el peligro de que el PSOE abandone la socialdemocracia para embarcarse en dictados populistas o radicales de la mano de sus socios de conveniencia. Por no hablar del caos económico que supondría el resquebrajamiento territorial en la unidad de mercado que es en la actualidad nuestro país. Pedro Sánchez tiene ya su agenda de batalla política ajustada. Con los oídos cerrados a las críticas, y a los que le piden moderación y sentido común, está decidido a embarcarse en una aventura coral que lleva camino de superar en desorganización y caos a las padecidas en Galicia con el bipartito, en Baleares con el «pentapartito» o en Cataluña con el tripartito de infausto recuerdo. Sólo hay que echar la vista atrás y observar dónde están cada uno de aquellos actores y las consecuencias que acarreó para esas comunidades. Sánchez no quiere recordar. Seguro que en el Comité Federal del 1 de octubre habrá alguien con buena memoria.