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La Razón
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El barómetro del CIS sobre la intención de voto en las próximas elecciones al Parlamento autónomo de Cataluña recoge, como en la mayoría de los sondeos publicados a lo largo del mes de agosto, un fuerte castigo electoral a los dos principales partidos nacionalistas –CDC y ERC– a causa, sin duda, de la conformación de una lista contra natura como es Juntos por el Sí, en la que la argamasa independentista no parece ser lo suficientemente sólida como para desvirtuar la tradicional dicotomía entre la derecha y la izquierda. En efecto, de celebrarse hoy las elecciones, el partido artificial impulsado por Artur Mas y Oriol Junqueras obtendría 60 escaños, es decir, once escaños menos que la suma de los que consiguieron ERC y CiU en las pasadas autonómicas de noviembre de 2012. Una buena parte de los votos de la izquierda separatista catalana se refugian en el partido extremista de la CUP, mientras que las deserciones en Convergència se reparten en un amplio espectro ideológico. La otra gran novedad a resaltar de este barómetro del CIS es la subida de Ciudadanos que, con 20 escaños, se convertiría en la segunda fuerza política por encima de Catalunya Sí que es Pot –la coalición formada por ICV, EU y Podemos–, que obtendría 18 parlamentarios. El PP es el más perjudicado por el ascenso del partido de Albert Rivera y desciende hasta los 13 escaños –pierde seis con respecto a las últimas autonómicas catalanas–, aunque se detecta una sensible mejoría con respecto a encuestas anteriores, sin duda a raíz del nombramiento como cabeza de lista de los populares del ex alcalde de Badalona, Xavier García Albiol. Por último, el PSC continúa su declive, el más acentuado de todos los partidos catalanes en liza, y pasaría de los 20 escaños de noviembre de 2012 a los 17 que le otorga el sondeo del CIS. Aunque detrás de todos estos datos subyace –mucho más acusadamente si nos referimos a los porcentajes de voto y no al resultado por escaños– el hecho incontestable del descenso del apoyo a las formaciones independentistas –que pasan del 47,8 por ciento de los sufragios obtenido en las elecciones de noviembre de 2012, al 44 por ciento del sondeo del CIS publicado ayer–, no conviene, sin embargo, caer en la ingenuidad de creer que el presidente de la Generalitat, Artur Mas, y su socio en la aventura separatista, Oriol Junqueras, van a hacer una lectura correcta de los resultados que, entre otras cuestiones, debería llevarles a reconsiderar su futuro en la política y a renunciar a su proyecto. De ahí que sea de la mayor importancia, como acaba de recalcar el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que se alcance la mayor participación electoral posible, de manera que quede reflejada la gran mayoría no separatista de los ciudadanos de Cataluña. Un llamamiento dirigido en especial a la bolsa de abstencionistas que, convocatoria tras convocatoria, hace de las elecciones autonómicas catalanas la cita con las urnas con menor participación, señaladamente en la provincia de Barcelona, y a ese 26 por ciento de votantes que se declaran indecisos y que tienen en sus manos la herramienta para provocar un cambio sustancial de los resultados. Aunque el sondeo del CIS refleja que la mayor parte de los votantes considera esta convocatoria como lo que es, una elección más para elegir al Gobierno que regirá la marcha del Principado durante la próxima legislatura, no es posible obviar el sesgo plebiscitario, inicuo, que pretende dar a las urnas el actual presidente de la Generalitat, sin que parezca importarle lo más mínimo que, por las características propias de la cita y los condicionamientos del censo, los resultados traducidos en escaños no reflejen la realidad de los deseos de los catalanes. Por otra parte, una movilización del voto en favor de las formaciones constitucionalistas, en favor de una Cataluña española y europea, tendría, la virtud de acabar de una vez por todas con la estrategia de la tensión impuesta por Artur Mas, y de facilitar que Cataluña vuelva a la normalidad y, sobre todo, a un Gobierno que cumpla con su función, se enfrente a las dificultades de la crisis y resuelva los problemas de los ciudadanos, que no son pocos ni menores. En este sentido, el barómetro del CIS demuestra que sólo el 14 por ciento de los consultados consideran el debate independentista como una prioridad, frente al 50,2 por ciento que destaca el paro como primer problema de la sociedad catalana, en línea, por otra parte, con las preocupaciones del resto de los españoles. También nos dice el CIS que sólo el 21,6 por ciento de los ciudadanos de Cataluña no se consideran españoles y, finalmente, que casi un 67 por ciento de los consultados desaprueban la gestión de gobierno que ha llevado a cabo Artur Mas en la última legislatura. Para acabar con esta situación de parálisis, que tanta daño causa a los servicios públicos y al progreso económico, hay que llenar de verdad la urnas y hacer de cada papeleta una exigencia.