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Ya basta de lamentarse

La Razón
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No es la primera vez que una fotografía sacude en lo más íntimo a la sociedad y la interpela sobre sus responsabilidades frente al sufrimiento del prójimo. Sin duda, ha sido el caso de la imagen del pequeño Aylan Kurdi, de tres años, cuyo cadáver arrojado por el mar a una playa turca no puede dejar indiferente a ninguna persona de buena voluntad. Tal vez ahora, bajo el terrible impacto emocional, los dirigentes de la Unión Europea se apresuren a tomar las medidas que reclama una situación de una magnitud no vivida desde la Segunda Guerra Mundial, que ha expulsado fuera de sus hogares a millones de seres humanos, y que hubiera merecido mayor altura política por parte de nuestros gobernantes. No es cuestión de sumarse a los profesionales de la demagogia y el oportunismo que suelen surgir en los momentos de indignación social –será difícil de olvidar el comportamiento en este asunto de algún portavoz socialista español–, pero la tragedia del pequeño Aylan; de su hermano Ghaleb, de cinco años; de su madre Rihanna, de 27, y de las otras nueve personas que se ahogaron en la patera que zozobró, sólo es una más en la inmensa desgracia que ha sacudido a las poblaciones de Siria, del norte de Irak y de Libia, por citar las que nutren en mayor número las legiones de refugiados que buscan asilo entre nosotros, sin que la Unión Europea haya sido capaz de articular una respuesta adecuada o siquiera de hablar con una sola voz. Todo lo contrario, los distintos gobiernos comunitarios se han sumido en inútiles debates sobre las responsabilidades de cada socio y, como en el caso de Alemania, soslayando el acuerdo de Dublín sobre las normas de petición de asilo para los ciudadanos sirios, provocando un efecto llamada de cuyas consecuencias somos ahora horrorizados testigos. No vamos a caer en la ingenuidad, cuando no simple muestra de cinismo político, de exigir soluciones en origen que la Unión Europea no puede abordar sin el compromiso de los actores principales del drama, como son Estados Unidos, Rusia, Turquía, Irán y Arabia Saudí, pero sí de reclamar a la Comisión Europea que, al menos, marque unas líneas de actuación conjunta que obliguen a todos los socios miembros a mantener una posición común sobre dos hechos fundamentales: ¿a quiénes se puede otorgar la consideración de refugiados de guerra? y ¿cuántos y en qué proporciones pueden ser admitidos dentro de las fronteras de Europa? Dos cuestiones que no pueden quedar al albur de las circunstancias coyunturales porque no hablamos de números, sino de personas con sus tragedias a cuestas, pero, también, con sus esperanzas y sus ilusiones. Ellos tienen derecho a saber cuáles son las normas, lo mismo que lo tienen los ciudadanos europeos que, a la postre, serán los responsables del bienestar de los que llegan.