Historia

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Castilla siglo XV

A finales del siglo XV España alcanzó la plenitud de la admiración y, simultáneamente, de la prevención por la apertura supuesta al establecimiento en tierras de América, cuando los Reyes Católicos montaron el proyecto del descubrimiento de un mundo nuevo

La Razón
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El siglo XV significa para Castilla una época de gran expansión, lo que le permitió actuar en Europa en plena vanguardia en la primera década de lo que bien debiera conocerse bajo la denominación histórica de «Civilización atlántica». Se advierte, en efecto, una gradación en intensidad histórica, en una fase ascendente que puede considerarse de recuperación hasta 1420, el espléndido momento de plenitud de las ciudades castellanas en la Baja Edad Media, cuya importancia radica en que habían sido fundadas como enclaves militares de expansión, bajo murallas de castillos y ejes expansivos comerciales, pero ahora la construcción de edificios de gobierno, parroquias, monasterios y casas de agricultores dio un tono de vitalidad y viveza de relación exterior, en que apareció el trabajo, los oficios, albañiles, carpinteros, escuelas y universidades, centros de enseñanza y debates intelectuales y discusiones sobre temas literarios y primeras manifestaciones de opinión pública.

Ya no podía hacerse sólo recuento de población, era necesario advertir cómo la ciudad imantaba la vida de los hombres y daba un tono peculiar al modo de la relación. Preocupaciones vitales y jerarquizaciones sociales. Desde los extensos prados y trigales se hacían viajes cortos, cada vez de más extensión, lo que no sólo creaba comunicación sino que surgía al conocimiento de otras tierras, de otras ciudades, de otras lenguas y costumbres. En 1420 la literatura en Castilla ya alcanzaba condición áurea. Caracteres de identidad se señalaban de modo semejante –aunque acoplándose a los modos de situarse en el medio geográfico, fluvial y montañoso de las ciudades–. La mentalidad castellana experimenta varios injertos, que se hicieron frutos peculiares del mundo castellano añadidos a las contundentes fuerzas castellanas, dobladas de sistemas específicos de elementos islámicos y hebreos; o las pertinaces insistencias del rechazo de los reinos arábigos por los reinos monárquicos –los Cinco Reinos–, que también tuvieron que mantener una larga pugna con los invasores, que resultaba extraño en el siglo XV no tener que mantener pugna constante en defensa del suelo y de la fe.

Este mundo hizo aparecer en la Castilla del siglo XV una importante opinión pública la que en el siglo XV el «franciscanismo» se aprecia una serie de «puentes intelectuales» que llegaron hasta América en el XVI, y que alcanzan un momento importante en la formación, pues los franciscanos escriben obras. Un magnífico escorzo de opinión representa la «Historia Eclesiástica Indiana» de fray Jerónimo de Mendieta, concluida en el XVI, pero que fue producto de una larga reflexión y asentamiento de datos básicos, desde el fondo del pensamiento medieval llevado por Mendieta a la modernidad en el mundo americano. La Historia, escrita por franciscanos y sobre una importante investigación, se encuentra en la corriente histórica, dentro de la corriente de la verdad inspirada en lo visto y vivido.

A finales del siglo XV España alcanzó la plenitud de la admiración y, simultáneamente, de la prevención por la apertura supuesta al establecimiento en tierras de América, cuando los Reyes Católicos montaron el proyecto del descubrimiento de un mundo nuevo y la organización de un inmenso continente que en 1560 estaba organizado en ciudades, con instituciones y centrado en importantes ciudades del fuste y belleza de México, Cartagena de Indias, Ciudad de los Reyes y tantas más. Las investigaciones que sobre el siglo XV español ha llevado el gran historiador y maestro español Jaime Vicens Vives y la mayoría de sus alumnos –Julio Valdeón Baruque, Emilio Mitre–, grandes catedráticos de diversas universidades españolas, que ha permitido conocer a fondo el desarrollo de la enérgica política de los Reyes Católicos con la enorme influencia en la Europa mediterránea y continental, al mismo tiempo que asentaba el mercado de la lana merina, pesquerías gallegas y andaluzas, mientras en Castilla los mercados internos organizados en el marco urbano pero sobre las grandes fachadas marítimas del Cantábrico: las fuertes regiones castellana y vasca, y del Atlántico: la castellano-norteña.