China

El primer «América first»

La Razón
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Decíamos ayer (el 17.01.2017) que la característica más acusada del entonces recién estrenado presidente Trump sería su imprevisibilidad. Fácil profecía al ser incompatible entre sí gran parte de lo prometido en campaña electoral. Transcurrido un año de la nueva administración pudiera ser conveniente intentar ahora efectuar un ligero repaso de lo logrado en la esfera exterior y de seguridad norteamericana.

La primera capa de colaboradores con que Trump se rodeó, que ya ha sufrido bastantes bajas, era bastante sólida aunque recurriendo quizás demasiado –para la salud de la República– a generales retirados y en activo. Puede esto indicar lo aislado que el Sr. Trump está del Partido Republicano en el que es un tardío advenedizo. Este primer equipo de colaboradores directos está decepcionando bastante –especialmente por haber desarrollado una adulación acrítica hacia su jefe– con la parcial excepción del secretario de Defensa Mattis. No obstante, lo verdaderamente sorprendente es la diferencia entre lo que sale por la boca (o en sus tuits) del Sr. Trump y lo que declara públicamente su equipo de seguridad. Haciendo abstracción de lo primero –y de todo el ruido radiado– hay que reconocer que la política de seguridad de la administración Trump muestra una continuidad notable con las líneas seguidas por el presidente Obama. Pero un factor especialmente preocupante es la aparente frivolidad –e ignorancia– con que el Sr. Trump se refiere a las armas nucleares. El anunciado gran aumento del presupuesto de Defensa está por confirmar pues pudiera disparar la deuda estatal norteamericana. Especialmente ahora que se van a reducir los ingresos por impuestos. En todo caso este aumento de presupuesto no tiene un razonamiento estratégico claro en que apoyarse.

Obama declaró en su día un giro o «pivot» hacia el Pacífico. La administración Trump lo mantiene, incluso con un excesivo foco –casi obsesivo– sobre Corea del Norte, que no es precisamente la primera nación adversaria que se dota con armas nucleares. Hay otras cinco naciones más –descontada Francia y Reino Unido– con las que la disuasión ha venido funcionando; sin emplear armas nucleares. La pregunta crítica para añadir a Corea del Sur a este club es si Kim Jong Un es un líder racional o no. Mi percepción personal es que sí lo es; que tan solo trata de preservar un impresentable régimen a cualquier precio. Por eso creo que no atacará primero. Parece que el Sr Trump –por lo que dice– no comparte esta visión y está dispuesto a arriesgar demasiado. Pero por ahora sólo son más palabras sumergidas en un mar de insultos y bravatas.

Lo de Oriente Medio va regular aunque la primera etapa, el derrotar convencionalmente al Daesh en Siria e Irak, se ha logrado. Básicamente se ha continuado con las líneas de acción de la administración Obama; eso sí, descentralizando las decisiones táctico/operativas un poco más en los comandantes militares respectivos. Pero reconquistar Racca y Mosul sólo era un primer paso. La causa profunda de la inestabilidad en el mundo islámico es el odio entre suníes y chiíes acaudillados estos últimos por Irán. El factor primordial –todavía indeciso– es quién será el líder de esa mayoría suní. Desaparecido provisionalmente el Daesh, parece ser que Arabia Saudí es el candidato principal a campeón suní con la imprudente ayuda de un Trump que cree que los únicos malos son los iraníes. Pero todos son malos –o, al menos, contrarios a los intereses occidentales– en Oriente Medio. Sólo un equilibrio entre Irán y Arabia Saudí pudiera representar un objetivo razonable para EE UU que ya no necesitan tanto –por el «fracking»– el crudo y el gas del Golfo Pérsico. Empujar a Irán a dotarse con armas nucleares –aprovechando las actuales revueltas– va contra este equilibrio y sólo se explica por la obsesión de borrar un indudable logro –de los pocos– de Obama. Rusia ha logrado en un tiempo récord y con un esfuerzo mínimo convertirse en el árbitro de la situación en Oriente Medio. Pero esto se lo debemos más a las dudas de Obama –Primavera Árabe y Siria incluidas– que a Trump que se lo ha encontrado todo hecho. Además, lo de Turquía –obsesionada con su problema kurdo– va cada día peor.

Con Rusia y China ha pasado justo lo contrario de lo que anunciaba el Sr. Trump en campaña: entonces la Rusia de Putin era la buena y la manipuladora China el adversario económico. La OTAN –revindicada tras las dudas e insultos iniciales– es precisamente la que está disuadiendo a Rusia en el Este de Europa. Buenas noticias para los europeos: no estamos solos frente al ejército ruso. Y ello, pese a los continuos piropos retóricos del Sr. Trump a Putin, síntoma de la inseguridad crónica sobre la legitimidad de las elecciones que lo instalaron en la Casa Blanca. Esta administración norteamericana ha hecho a China dos inmensos favores: salirse del acuerdo comercial Transpacífico y ungirla como mediador imprescindible con Kim en su obsesión coreana. Menudos magníficos regalos para el ex «manipulador financiero».

Tratando de resumir este primer año, podemos decir que la administración Trump al insistir en lo de «America first», está renunciando al puesto excepcional que su Nación disfrutaba como gran regulador del orden internacional establecido por ellos al final de la 2ª Guerra Mundial, aceptando así un mundo multipolar donde cada día van a tener que recurrir más al músculo militar, pero sin la ayuda de la hegemonía económica, tecnológica, cultural y sobre todo moral de la que han disfrutado hasta ahora. Peligroso paralelismo con una Rusia que también recurre progresivamente a su músculo militar, el único martillo del que dispone para todos los clavos que se va encontrando. China apunta como caballo ganador a la espera de cómo acabe la enconada disputa global. Espera pacientemente, lo cual es su especialidad histórica.

De todos modos queda tiempo. EE UU son mucho más que una Presidencia en retirada. Un año es todavía poco, sobre todo cuando palabras y obras no coinciden.