Nacionalismo

Espirales

La Razón
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Para los matemáticos, la espiral es una curva plana que se genera en un punto y que se aleja progresivamente de él mientras gira a su alrededor. En sentido figurado para los sociólogos, consiste en una sucesión creciente o indefinida de acontecimientos, noción asociada a lo cíclico o a aquello que parece no tener final.

Si nos centramos en los acontecimientos vividos en Cataluña durante los últimos meses, por una parte los asociaremos a lo cíclico porque repetimos acontecimientos ya vividos en nuestra Historia y por otra tenemos la impresión, como ya la tuvieron ilustres pensadores, de que el problema parece no tener final.

Entre un 17 de agosto de este mismo año en que el yihadismo sacudió Las Ramblas y las playas de Cambrils y que produjo no solo en Cataluña sino en toda España un unitario sentimiento de solidaridad y este final de noviembre, se han producido tal cúmulo de acontecimientos, que me atrevo a decir que encajan en la definición de espiral en varias de sus acepciones.

La primera: la violencia. Se jugó con fuego un 1 de octubre y se manipuló a conciencia toda lo que podía dar de sí aquel día desde el punto de vista de propaganda a nivel nacional y sobre todo internacional. «Se trata de tensionar al Estado y ponerlo contra las cuerdas» había manifestado la propia presidenta del Parlament. A partir de allí vino todo un complejo fuego cruzado utilizando la violencia como motivo: una vergonzosa resolución del Ayuntamiento de Barcelona, sazonada de cobardes abstenciones, culpaba al Estado de aquellos atentados de agosto; una candidata a la presidencia de la Generalitat utilizaba los «muertos en la calle» para denunciar los planes del Gobierno en su obligada gestión por impedir una inconstitucional declaración unilateral de independencia.

La segunda: la opinión pública. En todo el «procés» han aparecido unas buenas técnicas de propaganda, de la mano de los medios públicos catalanes de comunicación social.

En contra de estas manipulaciones, resalto el enorme valor de publicaciones como el «Escucha Cataluña; Escucha España»(1) hoy convertido en «best seller», que sin necesidad de entrar en el terreno del insulto, sus autores demuestran con datos y fundadas reflexiones la gran mentira en la que se ha sumido a la sociedad catalana. Destacaría de los cuatro testimonios muchos aspectos. Me detengo en dos.

El primero referido a la forma en que Josep Borrell desmonta con matemática precisión «las invenciones intelectualmente deshonestas» que han alimentado sentimientos de agravio por el supuesto expolio a Cataluña de 16.000 millones de euros, un 8% de su PIB, lo que representa el doble de lo que aportan los «Land» alemanes. Reconoce Borrell que ha pasado de la sonrisa al sonrojo al escuchar ciertas proposiciones de personas que sabían que mentían. Disecciona con exactos tantos por ciento y decimales el complejo desarrollo del artículo 106 de la Constitución alemana y como se reparten los impuestos sobre la renta, sociedades, IVA y especiales, entre cuatro estados solidarios como contribuyentes y otros doce como receptores.

El segundo testimonio lo desarrolla Francesc de Carreras que extrae de las teorías de Elisabeth Noëlle-Neumann (2) lo que llama la «densa espiral del silencio».

La conocida socióloga alemana analizó con profundidad el tejido social sobre el que se construyó la reunificación alemana. El cómo una sociedad forjada y manipulada por el comunismo como la de la República Democrática Alemana se podía integrar en la de una Alemania Federal crecida en democracia. Profundiza en el concepto de opinión pública como «resultado interactivo entre los individuos y su entorno social» en el que «para no encontrarse aislado un individuo llega a renunciar a su propio juicio». Teme no solo que le aparten, sino que duda sobre su propia capacidad de juicio. Aquí reside el punto vulnerable de la persona, porque los grupos sociales pueden castigarlo por no haber sabido adaptarse. Hay un vínculo estrecho entre los conceptos de opinión pública, sanción y castigo, concepto especialmente importante cuando, en una situación de inestabilidad, el individuo es testigo de una lucha entre posiciones opuestas y debe tomar partido. Esta tendencia a expresarse en un caso y a guardar silencio en otro, engendra un proceso en espiral que en forma gradual va instalando una opinión dominante.

Francesc de Carreras traslada estas experiencias a la Cataluña de hoy: «los medios de comunicación como creadores de opinión, constituyen el entorno cuya presión desencadena la combatividad, la sumisión o el silencio». E interpreta un: «si lo dice la mayoría...es que es verdad». Una mayoría compuesta por quienes hablan, aunque sean menos, no por quienes callan, aunque sean más. «En Cataluña –señala– durante más de treinta años hubo y todavía hay, miedo a la soledad y a la exclusión».

Cuando hoy parece haberse roto este miedo, mejor sería ir dejando estas espirales para la historia del pasado.

(1) Josep Borrell, Francesc de Carreras, JJ. López Burniol, Josep Piqué. Ed. Península. Sep. 2017.

(2) «La espiral del silencio» Paidós. 1995.