Historia

José Jiménez Lozano

La advertencia de levinas

La Razón
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Cuando las democracias occidentales reaccionaron ante la barbarie del racismo y del higienismo de los que la Alemania hitleriana hizo el centro de su pensamiento y de su acción, lo primero que hay que decir es que desgraciadamente no era algo nuevo porque se había dado ya en las propias democracias, porque el régimen colonial actuó en la práctica con conciencia de una total desigualdad entre colonizadores y colonizados. Y, por otro lado, el director de cine sueco, Ingmar Bergman, integró en una película escenas de prácticas de manipulación en cuerpos humanos en hospitales anteriores a Hitler, y los ha habido luego, aunque siempre fueron hechos clandestinos y fuertemente castigados.

Hubo un hombre, sin embargo, uno de los altos valores de la filosofía moderna, Emmanuel Revinas, que previno a las autoridades democráticas de que la ley no podía extirpar eficazmente la raíz de la idea y práctica de la desigualdad y de la manipulación biológica, si en los tiempos de la educación intelectual, religioso-moral y sentimental no se tiene asumido el horror hacia aquellos pensares y prácticas, encaminados a crear la doble humanidad de la que hablaba Aldous Huxley: la de los señores y la de los siervos, que no deben reproducirse demasiado y que hay que liquidar en cuanto no sirvan para nada.

El cine y la televisión colaboraron a extender ese horror diseñado fundamentalmente por los nazis, pero ahora mismo tenemos las sensación de que esta misma hora está tan llena de antinazis y antifascistas que a la vez inconscientemente parecen aceptar las concepciones más extremas y criminales del superfascismo nazi. Porque resulta obvio que todos los alemanes no eran racistas ni partidarios de la eutanasia activa, por ejemplo, ni se podían imaginar lo que se estaba haciendo con los judíos, los gitanos, los enfermos, los homosexuales etc. pero lo terrible es que, cuando una gran mayoría lo supo, su inteligencia fue manipulada primero con la duda y la sospecha sobre las víctimas, luego sobre la demonizacion total de éstas y finalmente sobre lo racional y beneficioso de su liquidación para todo el mundo. Porque ¿qué duda puede caber de que una sociedad planificada como una granja con el criterio de rentabilidad, y sin viejos prejuicios morales, es una idea normal de los amos de la misma?

Hasta mediado el XIX, en efecto, las ideas acerca de la santidad de la vida humana no sólo midelaban la conciencia común de judíos y cristianos, sino también la de la cultura liberal y laica, que inscribía en sus códigos como valor supremo el de esa vida de hombre, y su condición de persona. Pero estas certezas comunes, religiosas y laicas, han sido arrastradas, como en una gran riada, no exactamente por la teoría filosófica del darwinismo científico –y un darwinista científico como Wilhem Bölschen protestó de ello ya en su tiempo – sino por el triunfo del darwinismo filosófico y político, para los que el individuo humano es solamente una manifestación zoológica compleja, y la muerte, dice Hellwal, ya no es el enemigo del hombre, «como la ha presentado la cristiandad, sino su glorificación». Y no es que la ciencia venza a la muerte, sino que la muerte es transformada en la gran fuerza de progreso, porque las muerte de muchos individuos puede convenir a la especie, incluso para una sociedad estructurada con carácter científico, y de la llamada calidad de vida y rendimiento económico sin lo cual la vida humana no tendría sentido.

Así las cosas, iba de suyo que este dar-winismo filosófico y práctico sería desposado inmediatamente por el nazismo, e incluso que empapase también como cientificidad, en su traducción sociológica, a los camaradas soviéticos. Pero podría resultarnos más llamativo que esta ideología y prácticas pudieran llegarse a adoptar por la vieja cultura liberal y laica y del humanismo socialista; pero también esta cultura ha sido barrida. Ya no cuenta el concepto de persona ni de razón, y la vida humana carece de santidad alguna. Parece que será necesario resistir esforzadamente a nuestra criptoherencia nazi.