Ejército de Tierra

La piel de España

Los ejércitos españoles están dedicados a conseguir la seguridad y además –como bien dice el himno de nuestra fiel Infantería– el esplendor y gloria de la patria. No son la patria, aunque como la piel, la atmósfera o incluso la fértil tierra, permiten que ésta exista

La Razón
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Hay cosas finas –de poco espesor quiero decir – que nos son esenciales, imprescindibles. Por ejemplo, la piel con respecto a nuestro cuerpo; la atmósfera que rodea este planeta en donde se desarrolla nuestra vida individual y colectiva; y la leve capa de buena tierra que cubre la pura roca de que está hecha la Galicia por donde suelo caminar y desde donde me gustaría compartir con Uds. estos sentimientos y reflexiones.

Nuestra piel es un delgado tejido que constituye la primera barrera contra las agresiones e infecciones que nos vienen de fuera. Otras estructuras son necesarias para la vida de nuestro cuerpo tales como los huesos que protegen el esencial cerebro, el corazón o los pulmones. Pero la primera defensa siempre estará en la piel, de análoga manera a como los Ejércitos protegen a España de la violencia que nos viene de fuera. Como la piel con relación al cuerpo, las Fuerzas Armadas –compuestas hoy por tan sólo unos pocos hombres y mujeres– no crearán nuestra vida colectiva que deberá brotar del interior de la nación, de sus ideales, de sus recuerdos históricos y de sus esperanzas. La piel –y los ejércitos– no son la vida, simplemente la protegen, permiten que exista.

El espesor de nuestra atmosfera útil también sorprende cuando se contempla desde el espacio exterior ¿Cómo algo tan fino puede albergar y proteger toda la vida biológica de nuestro planeta? ¿Cómo esta mezcla de unos cuantos pocos gases puede permitir que respiremos –sobrevivir– tanto a los seres humanos como a los otros animales y plantas? ¿Por qué una cierta proporción de oxígeno es necesaria para la vida? A la vez, qué vulnerable es la atmósfera a las emisiones de carbón originadas por las malas combustiones de aquellos que no se responsabilizan del común futuro de nuestras colectividades.

En mis largos veranos de retirado suelo caminar por la Galicia costera y también otras veces por su interior. Es verde y fértil, una alegría para los ojos, pese a algunos enloquecidos empeñados en quemarla. Casi todas las casas aquí están hechas de piedra, prueba –para mí– de que sus entrañas son rocosas. En mi ignorancia geológica supongo que en la fina tierra que cubre sus rocas reside el secreto de sus plantas y árboles, de su verdor, de su vida.

Los ejércitos españoles están dedicados a conseguir la seguridad y además –como bien dice el himno de nuestra fiel Infantería – el esplendor y gloria de la patria. No son la patria, aunque como la piel, la atmósfera o incluso la fértil tierra, permiten que ésta exista. Pero los que todo están dispuestos a darlo requieren a su vez ciertos apoyos por parte de la sociedad que protegen. Ante todo el cariño, el recuerdo de que los ejércitos existen y para lo que están. Tener en cuenta su opinión en asuntos institucionales no debería ser ninguna amenaza para la democracia por parte de aquellos que han hecho de la obediencia y disciplina su regla primaria. No es buena cosa que los ejércitos estén mudos ante asuntos vitales para la vida de la nación. No es lógico que haya que estar dispuestos a entregar la vida por la patria pero no pueda opinarse sobre ella, que no se sepa lo que piensan. Creo que hay que evitar la política, pero no el oír la opinión institucional de entidades tales como las Fuerzas Armadas.

También es necesario que los Ejércitos cuenten con un marco financiero estable pues no pueden quedar al albur de veleidades presupuestarias anuales, lo que últimamente ha supuesto terribles recortes en las inversiones, mientras los gastos de personal –por su propia naturaleza– permanecieron casi fijos. Así se desequilibraría cualquier empresa que pudiera existir. En particular la financiación de los llamados Programas Principales de Armamento no es ciertamente un ejemplo de transparencia y además, teniendo prioridad sobre el resto de las inversiones y gastos de Defensa, parecen responder más a intereses industriales que operativos. Una reciente sentencia ha declarado inconstitucional el recurso a los Decretos ley que es todavía un mecanismo más deficiente y opaco que el presupuestario anual para financiar estos gastos. Para mí, una financiación análoga a la de la Seguridad Social o en base a un porcentaje de la declaración de la renta sería preferible a la del Presupuesto anual donde tiene que competir con otros gastos políticamente más atractivos. La piel de la nación no puede estar ligada al futuro del político de turno sino depender del núcleo del pueblo al que defienden ¿Por qué la seguridad individual de los españoles –pensiones y asistencia médica incluidas– tiene un mecanismo de financiación aparte y en cambio nuestra seguridad colectiva debe abrirse paso entre otras prioridades también muy respetables, pero no esenciales para la vida de la nación?

La piel de la Nacion requiere pues los cuidados de una crema especial: la compuesta por luz y taquígrafos sobre su financiación mezclada con un poco de cariño de los españoles por sus militares. Especialmente ahora que negros nubarrones se aproximan por la atmósfera internacional, con unos EE UU al parecer cansados de defender un orden del que ellos han sido los principales beneficiarios, una Europa confusa que ve evaporarse su visión utópica de una convivencia universal pacífica y unas naciones y grupos ideológicos llenos de odio y revanchismo que intentan destruir nuestra civilización.

Gane las elecciones presidenciales el sr. Trump o la sra. Clinton oiremos pronto que se acabó el gorroneo de los europeos en materia de Defensa. Que los americanos no van a seguir defendiéndonos gratis durante más tiempo. Pero no creo que se trate únicamente de adquirir más armamento, sino de desarrollar una conciencia de que debemos defendernos si somos atacados en nuestro cuerpo, en el aire que respiramos o en la tierra donde sembramos nuestras esperanzas. Y las de nuestros hijos.