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Mario Vargas Llosa

La Razón
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Es imposible separar a Vargas Llosa (Arequipa, 1936) de su nación, como él en su creación novelística lo demuestra, ni tampoco de las raíces humanas de su cultura española. Lo reconoce en su magistral discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura.

Inserta su obra en el nacimiento temprano de la literatura peruana, representado por los «Comentarios reales» del mestizo Gómez Suárez de Figueroa, hijo del capitán español Sebastián Garcilaso de la Vega y de la princesa Isabel Chimpu Ocllo (Isabel Suárez Yupanqui), hija del Inca Huallpa Túpac, hermano del duodécimo Inca del Tahuantisuyu, Huayna Cápac. Los «Comentarios Reales» son una joya donde su autor plantea un profundo problema psicológico personal, que puede extenderse a las dos culturas a las que su autor pertenece genética y espiritualmente, la necesidad de crearse un sistema de identidad, tanto respecto a la raíz indígena como respecto a la cultura española, que es, con evidencia, el fondo problemático de la literatura hispanoamericana. Así se aprecia en el inteligente y exhaustivo estudio de Fernando Ainsa, «Identidad cultural de Iberoamérica en su narrativa» (Madrid, Biblioteca Románica Hispana, Editorial Gredos, 1986).

No se trata de establecer un uniformismo, sino de un filtraje de la historia raigal de Occidente en el núcleo intelectual hispánico, reflejada en la realidad vital, social e ideal del hombre, en función literaria de arraigo y fusión.

Mario Vargas Llosa ha poblado con sus novelas lo que estaba más allá de lo conocido para acceder al descubrimiento de la realidad intelectual: la búsqueda del yo profundo del hombre. Ha insistido en la exploración de un camino nuevo de la realidad, donde no se cumplen los deseos, las ilusiones, o las dudas de alguien para conseguir un objetivo: el problema de la frustración. Pienso en el personaje de «La fiesta del chivo» (2000), pero quiero referirme al desarrollo novelístico de sus tres primeras novelas: «La ciudad y los perros» (1962), «La casa verde» (1966) y «Conversación en La Catedral» (1969). La gran novedad literaria del autor es que cada una de las frustraciones que se ponen de manifiesto en cada una de ellas se refiere a un espejo colectivo nacional, que, aunque de valor universal, es de consecuencias graves para el proceso histórico para la nación peruana. Las consecuencias de la frustración suponen un trauma de gran profundidad en la «educación», el «machismo» y en la «política». Los críticos más relevantes que se han referido a estas tres novelas sintetizan fórmulas muy pensadas para atraer la atención y el interés de los lectores. Mas no es para mí creíble que éste sea un modo de valorar el sentido de la creación literaria, sino apreciar el pensamiento del autor en la creación de un inteligente proyecto político nacional, sobre una columna vertebral que es la política entendida como acción afirmativa que hace posible la aplicación de irrealidades que de modo inexorable conducen a la frustración.

El novelista lleva en sí la actitud del creador, el intento permanente de aproximación a la realidad, pero también es el espejo que se refleja la realidad del cambio como condición existencial del tiempo social y la mentalidad colectiva en la convivencia. En suma, el equilibrio o la imposibilidad del mismo entre el problema del poder y el problema de la conciencia ética. Las tres novelas de Vargas Llosa a las que me refiero se han publicado, según ha quedado fijado, en siete años, es decir, en un momento generacional importante y se centran en el seno del conflicto humano sociológico y psicológico del Perú contemporáneo. «La casa verde» es contrastante entre una comunidad de la selva peruana y la de los habitantes de una ciudad. La estructura es vanguardista, relato lineal con espacios rotos. También es arquitectónica «Conversación en La Catedral», en la que experimenta con la novelística realista y el contrapunto del diálogo.

En su juventud, Vargas Llosa fue guionista de radio y cine. Participó activamente en política a partir de la década de los ochenta desde una posición liberal. Inició su carrera política fundando el movimiento Libertad, al frente del cual se presentó como candidato a la presidencia de Perú en 1990, y fue derrotado en la segunda vuelta frente a Alberto Fujimori. Crítico con las dictaduras y los gobiernos autoritarios que denuncia en sus artículos periodísticos y conferencias. Entre sus premios más prestigiosos figuran el Príncipe de Asturias de las Letras (1986) y el Nobel de Literatura en 2010.