América

Historia

Motolinía

Llegó a México el año 1524, viajó sin descanso, discutió con las autoridades civiles, para conseguir ventajas para los indígenas; llegó hasta América central, fundó, evangelizó, se enfrentó con Bartolomé de Las Casas, a quien acusó reiteradamente por considerar injustas, exageradas y difamatorias sus acusaciones contra España

La Razón
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Fray Toribio de Paredes, O.F.M., nacido en Benavente (Zamora) a finales del siglo XV, murió en México (Nueva España). Uno de los «doce varones apostólicos» llegados a Nueva España recién concluida la conquista de Hernán Cortés, como primera hueste para la predicación en la que tanta y tan importante parte tuvo la evangelización y fundación conventual y educativa los franciscanos. La acción de fray Toribio de Paredes, fraile franciscano de tenaces convicciones españolas. Al pasar por Tlaxcallan en el viaje desde Veracruz hasta Tenochtitlán, el grupo de misioneros franciscanos es seguido por multitud de chiquillos que gritaban saludos de recepción y repetían una palabra «Motolinía...». Fray Toribio pidió su significado: «pobre», le dijeron. Los franciscanos hacían los más de cuatrocientos kilómetros de difíciles caminos entre Veracruz y Tenochtitlán en condiciones paupérrimas, muchos descalzos y sangrando los pies y las ropas empolvadas y rotas. ¡Pues ese será, en adelante, mi nombre!, dijo inmediatamente el P. Paredes, de la Orden Seráfica franciscana.

Desde que el P. Motolonía llegó a México el año 1524, viajó sin descanso, discutió con las autoridades civiles, para conseguir ventajas para los indígenas; llegó hasta América central, fundó, evangelizó, se enfrentó con Bartolomé de Las Casas, a quien acusó reiteradamente por considerar injustas, exageradas y difamatorias sus acusaciones contra España y sus teorías «anticolonialistas» falsas; en esta línea llegó a escribir una carta al rey Carlos I (2 de enero de 1555), publicada en México por García Icazbalceta en 1866. Por añadidura, fray Toribio de Benavente escribió varias obras históricas, la más importante «Historia de los Indios de Nueva España», que concluyó en 1541.

El título prescinde de utilizar, con clara intención, el término «conquista», haciéndolo girar sobre la historia propiamente indígena de México, de enorme interés como estatuto de historia absolutamente natural, sobre tres ejes sorprendentemente modernos: la cultura indígena, el proceso de cristianización y la descripción del medio físico. Adopta además, en cada uno de los análisis descriptivos, una idea analítica. La exposición, de gran originalidad, es excelente: marca los contrastes entre sus propias ideas, costumbres, concepciones vitales con las de aquel mundo completamente distinto y extraño que describía. De este modo genera un contraste, aunque subjetivamente no comprende muchos de los rasgos de la civilización que describe, pero objetivamente no pierde ocasión de justificarlo: parece un nuevo e inteligente método misionero, tratando de cristianizar moralmente lo que describe.

Respecto al tema de la cristianización es esencialmente narrativo, evitando los juicios de alabanza. Su pensamiento alcanza un máximo en lo que ha sido señalado; inicia una línea que alcanzó su plenitud con el jesuita José de Acosta, al final del reinado de Felipe II: la descripción del mundo físico respecto al cual ya no ejerce inhibición el choque de ideas culturales contradictorias. La extraordinaria sensibilidad de Motolonía y su facilidad para expresarla ofrece un perspectivismo de profundo sentido impresionista no exenta de realismo hispánico: no se limita a enumerar, sino que anima con vivacidad lo humano. Realmente cuando hace aparecer al hombre sobre la escenografía, destaca profunda –y didácticamente– la dialéctica entre naturaleza y razón. Por ejemplo, ello puede apreciarse en la descripción de la desembocadura del río Papaloapan, al concentrar la lucha en la que los peces son perseguidos y devorados por aves pescadoras expresa un agudo comentario moral, de incidencia ejemplar para el hombre: «los unos se ceban en los otros, y los otros en los otros, y cada uno tiene su matador»; el franciscano descubre en la grandeza del mundo físico, la vanidad y pequeñez de las humanas ambiciones.

Influido por un fuerte providencialismo e inclinado a explicar los hechos de acuerdo con ideas derivadas del relato bíblico, el franciscano revela el sentido profundo de su obra de índole crítica, pragmática y moral. Su obra así es un relato en el que el héroe histórico es el indio de la Nueva España: un ser adornado de excelentes cualidades morales y también magníficas capacidades intelectuales y técnicas, que de ninguna manera es vejado, sino, por el contrario, defendido como persona ejemplar, muy bien preparado para la civilización y la cristiandad, según norma moral de la Orden franciscana.