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¿Para qué? Para contarlo

¿Para qué? Para contarlo
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Sin duda, el debate está en la calle. Quizás nadie lo plantee abiertamente, pero serán muchos los que en estos días se estén preguntando. ¿Era necesario? Ya habían estado allí hace menos de dos años, habían hecho una ruta muy similar, llegando a Alepo, la segunda mayor ciudad siria, desde Turquía. Eran plenamente conscientes del riesgo que asumían y, aún así, han decidido ir.

Por supuesto que podían haber dedicado sus vacaciones a lo mismo que la mayoría, a descansar, a disfrutar de la playa, de la familia, a desconectar, en definitiva. Y, sin embargo, no lo han hecho. Han decidido sacrificar sus días de asueto para meterse en el infierno, para jugarse la vida.

Serán muchos los que se pregunten ¿para qué?, ¿merece la pena? Más allá de si merece la pena, que es una decisión personal en definitiva, el para qué está claro: para contarlo.

¿Que el sol seguirá saliendo si nadie lo cuenta? Por supuesto. ¿Que nada cambiará en la vida de la mayoría de nosotros si no sabemos qué ocurre en el conflicto sirio o en tantos otros que se desarrollan en silencio por todo el mundo? Pues probablemente. Pero, con eso y con todo, alguien tiene que contarlo, alguien tiene que poner voz y rostro a todos esos millones de civiles sirios, iraquíes o afganos que sufren estos conflictos, que se echan al mar para llegar a nuestras costas y ser rechazados, para desenmascarar el horror, para denunciar las injusticias, para poner en evidencia que miramos para otro lado o que apenas prestamos atención a las noticias que nos llegan de Nigeria, Sudán o Yemen. Son ellos, junto con todos esos misioneros y cooperantes, los que dan la cara por nosotros, los que actúan sobre el terreno, los que llaman nuestra atención con sus reportajes o sus denuncias.

A buen seguro habrá muchos que piensen que los periodistas españoles desaparecidos en Siria podían haberse quedado en su casa, que eran sólo unos aventureros, amantes del peligro, unos imprudentes incluso. Nadie les ha obligado a ir. No tenían la presión de ningún medio. Ha sido una decisión voluntaria y meditada. Lo que ha ocurrido entraba dentro de lo posible. Es más, sabían que eran un objetivo. Pero no, no han ido buscando sólo la aventura, o no sólo.

Basta ver sus trayectorias para darse cuenta que habían optado por el camino más difícil, que habían elegido hacer reporterismo, estar al pie de la noticia, buscar las historias allá donde estén. Siempre han centrado su trabajo en mostrar al mundo ese lado humano de la noticia.

Siria ocupa el cuarto puesto por la cola en la clasificación mundial de libertad de prensa que elabora Reporteros sin Fronteras, sólo por detrás de Eritrea, Corea del Norte y Turkmenistán. «Desafortunadamente, Siria sigue siendo uno de los peores países en el mundo ahora mismo para obtener información. Según el recuento de RSF, al menos 25 periodistas (incluyendo nueve extranjeros, entre ellos el estadounidense Austin Tice, cuya pista se perdió en agosto de 2012) han desaparecido o son rehenes de grupos extremistas, aunque la mayoría son informadores locales o de países de la región», ha lamentado la presidenta de RSF España, Malen Aznárez.

En cualquier caso, estamos seguros de que Ángel Sastre, corresponsal de LA RAZÓN, Antonio Pampliega, colaborador también de este periódico, y José Manuel López estarán pronto con nosotros sanos y salvos.