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Silencios del ayer

La Razón
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En 2006, un año antes de presentarse a las primarias demócratas a la Presidencia de Estados Unudis, Obama reflexionaba en su libro «La audacia de la esperanza» sobre su relación con los medios de comunicación. Decía: «Yo soy quien los medios dicen que soy, digo lo que dicen que digo, me convierto en quien dicen que me he convertido».

Quizá no todo sea así, pero sin duda los posibles electores no pueden conocer directamente las intervenciones, ni mucho menos el trabajo de cualquier dirigente político si no hay una correa de transmisión que haga llegar la información, un papel que está reservado a los medios de comunicación. He sido parlamentario autonómico de Madrid poco más de tres años y medio, y mi experiencia es que los debates que allí se producen pueden quedar silenciados en el interior de sus muros.

Es necesario y sano en democracia que existan distintas líneas editoriales que se aproximen cada una de ellas a las preferencias ideológicas de los lectores que buscan una mayor cobertura de información de determinados temas que les pueden suscitar mayor interés.

Un buen ejemplo de ello es cómo muchos votantes socialistas buscan en las páginas del diario El País información sobre temas sensibles en la izquierda o sobre la acción política de la formación con la que simpatizan. En los últimos tres meses he observado un profundo cambio en este sentido, un ejemplo de lo que estoy diciendo es la información que ha llevado durante estos días el diario El País a su portada acerca del despilfarro y los gastos sospechosos en la Ciudad de la Justicia de la Comunidad de Madrid.

Sin duda, es un escándalo y, sin duda, es de interés de la sociedad, pero leyendo la información parece que el periódico acaba de descubrir algunas de las cifras que el Gobierno autonómico enterró en el proyecto.

Sin embargo, esta información no es ni mucho menos novedosa, durante la anterior legislatura fue objeto de denuncia, de debate, petición de cuentas, hasta el punto que en el último Debate de la Región que protagonizó la Sra. Aguirre se vio obligada a comprometer la realización de una auditoría en la empresa pública creada con el fin del desarrollo del proyecto. La auditoría nunca se llegó a hacer y el Gobierno practicó ocultismo sobre los datos del proyecto. Ni una sola palabra en este medio de comunicación, que seguro habría ayudado a poner luz sobre el asunto como está haciendo en este momento.

Quizá una mente pía podría pensar que es un hecho puntual, un error o, sencillamente, un cálculo inadecuado de la importancia de la noticia. Pero cuando se hace un recorrido por las decenas de temas, denuncias e iniciativas de los socialistas madrileños que no han tenido repercusión en el diario, ya sea la intervención contra desahucios, la hepatitis C, el Canal de Isabel II o la privatización sanitaria en Madrid, quizá la hipótesis de que se trataba de una estrategia cobra más sentido.

Una estrategia que silencia algunas cosas, especialmente los aciertos, difunde cualquier acción que pueda ser interpretada como un error y construye una imagen mediante la difusión de palabras veladas, sospechas o la tergiversación de informaciones.

Esto constituye un problema democrático que se produce cuando el medio de comunicación interviene en política como un actor más, cuando su fin se convierte en el ejercicio de la acción política para ocupar el poder.

En ese momento, la opinión pública, en buena parte configurada por la opinión publicada, se ve influida por los enfoques y los intereses del informante. En esa estrategia la noticia se confunde con la opinión y la editorial se extiende a los titulares.

La pregunta que uno puede hacerse es ¿qué razones llevan a un periódico a silenciar todo lo que hace un partido político e incluso a erosionar su imagen y, en otro momento, a convertirse en punta de lanza en favor del mismo partido? ¿Está condicionado el apoyo a que las decisiones internas de un partido sigan la opinión de lo deseable por el medio de comunicación? En ese caso, el medio de comunicación deja de ser un instrumento informativo para convertirse en actor principal y el partido pasa a ser meramente instrumental de la decisión del responsable del medio.

Un grupo empresarial privado de un medio de comunicación es libre para desarrollar la estrategia que considere oportuna, pero también es cierto que sus lectores, si lo desean, deberían conocer quién lo financia en cada momento y quién es su propietario, aunque en el caso de El País determinarlo debe ser muy complejo, porque ni siquiera su director, el Sr. Antonio Caño, supo detallar quiénes son los fondos de inversión, popularmente conocidos como «fondos buitre», titulares de la propiedad.