Represión en Venezuela

Venezuela se desploma

La respuesta del régimen es la huida hacia el totalitarismo, con una nueva Constitución que lo consagre y que triture la revuelta opositora imponiendo el puro terror de estado

La Razón
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La sociedad y el país se van desmoronando a pedazos, como la casa Usher, del cuento de terror de Poe.

Cada vez más pobreza, más destrucción del tejido económico, más represión, más arbitrariedades del poder, más trampas y mentiras y, a estas alturas, desesperación, desesperación de todas las partes. Por supuesto, de la gran mayoría de los que no viven del poder sino que son sus víctimas y saben que cualquier esperanza de que algo mejore pasa por el derrocamiento de sus explotadores y verdugos. Pero desesperación también de los que se aferran al poder con ferocidad creciente, porque no tienen otra salida, porque les va todo en ello, como a Ceaucescu, a Saddam, a Gadafi y a tantos otros predatorios, ineficientes y despiadados déspotas.

Entre los primeros se cuenta la mayoría de los que en otros tiempos creyeron en Chávez, redentor de los pobres y del tradicional abuso y corrupción de un país de doscientas familias, ahora sumidos en la rabia del más amargo de los desengaños. Pobres que han visto como su pobreza degeneraba en miseria, haciendo trágica realidad el chiste de Groucho, y clases medias precipitadas en la ruina. No se trata realmente de socialismo en su remedo bolivariano, frente a democracia. Se trata de supervivencia por ambas partes.

El golpista Chávez se convirtió a un socialismo de propia invención como instrumento de conquista del poder que con tanta lenidad lo había tratado después de su fallido golpe. Resultó un genio de la demagogia, cuyos talentos ya quisiera su sucesor, el patético Maduro. La utilización del maná petrolero para programas de desarrollo social tuvo muy magros resultados. Otros países latinoamericanos consiguieron, con mucho menos, progresos mucho más tangibles. Sirvió para mantener ilusiones, comprar apoyos y enriquecer a manos llenas a los amigos políticos, al tiempo que socavaba la riqueza nacional. Política y económicamente Chávez dejó un país cuesta abajo y sin frenos. Una de sus supremas habilidades, tan ajena a la inmensa mayoría de los dictadores, fue contentarse con ganar siempre por poco. Desde luego las elecciones fueron cada vez menos libres, con más trabas para la oposición, pero no parecían un pucherazo escandaloso, como aquellos a los que Maduro ya no ha tenido más remedio que recurrir sistemáticamente.

En la naturaleza del régimen, la ideología fue la base de la agit-prop. Corrupción, incompetencia e intimidación fueron las señas de identidad, pero el astuto gradualismo le permitió ir poco a poco laminando la democracia, concentrando poderes, creando mecanismos de dominación, dejando inermes a los que pretendían resistirse. La oposición, en paralelo, crecía en número y en impotencia, aunque aparentemente siempre le quedara alguna oportunidad para mantener un rescoldo de esperanza.

Cuando Chávez muere en el 13, la inviabilidad económica del país, con lo que eso supone de amenaza para el sistema y los que viven de él, es ya visible. El saqueo y la incompetencia habían deteriorado gravemente la gallina de los huevos de oro, PdeVesa, la compañía nacional de petróleo. La posterior caída del precio del oro negro ha convertido en pandemia nacional lo que ya era una infección incontenible. Todos los productores de petróleo se han encontrado con el mismo problema, pero ninguno está sufriendo un desastre como el de Venezuela, por más que muchos sean también economías disfuncionales, basadas en una mono riqueza que surge de las entrañas de la tierra, y estén regidos por sistemas dictatoriales.

El angustioso desabastecimiento de productos de primera necesidad y de material sanitario básico, la desbocada inflación, el pavoroso falseamiento de los tipos de cambio del bolívar, el descomunal déficit público, la atroz mortalidad infantil, sin parangón en el mundo en el caso de los recién nacidos, son méritos privativos de la estupidez de una necia política económica, que ha logrado batir a la baja muchos récords mundiales y lleva al país inexorablemente hacia la hiperinflación, momento en el cual ya no tiene sentido seguir trabajando y se produce el colapso total un país.

La respuesta del régimen es la huida hacia el totalitarismo, con una nueva constitución que lo consagre y que triture la revuelta opositora imponiendo el puro terror de estado, para conseguir lo que no han logrado cerca de doscientos muertos, cuatro mil detenidos, mil torturados, infinidad de palizas a manos de los cuerpos de seguridad y partidas de matones reclutados entre la extensa y mísera delincuencia del país.

Y el ejército ¿qué hace? Toda la cúpula es parte integral y beneficiaria del régimen. Hasta dónde llegan estos beneficios, no lo sabemos. Puede que cada soldado se lleve a su casa una barra de pan y algo más para alimentar a los suyos. Es difícil valorar un reciente pequeño conato de protesta militar, protagonizado por un simple capitán. Pero lo que es ciertísimo es que un pilar esencial del régimen son los cubanos. Controlan todo el aparato del estado, y de manera especialmente minuciosa la totalidad del ejército, los servicios de inteligencia, los cuerpos de seguridad. El chavismo y el castrismo son dos pilares desvencijados que tratan de apuntalarse mutuamente.