Historia

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Wilhem Dilthey

La Razón
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Wilhelm Dilthey es el más destacado representante del historicismo alemán. Autor de una vasta producción que comprende estudios acerca del problema de conocimiento histórico y la investigación científica y de extensa preocupación intelectual, ética, estética, pedagógica, política y crítica literaria. Cursó su carrera en la Universidad de Berlín y enseñó en las de Basilea, Kiel, Breslavia y Berlín. El problema central del pensamiento de Dilthey es la elaboración de una «crítica de la razón histórica», destinada a establecer posibilidades, límites y modos del conocimiento del mundo intelectual, en analogía con la fundamentación kantiana de la «ciencia de la naturaleza», a cuyo problema dedicó dos volúmenes de «Introducción a las ciencias del espíritu» (1883). Distingue el mundo histórico-social del natural. El término historicismo sólo adquiere valor determinado en el período comprendido entre las dos guerras mundiales. La etapa «entreguerras», en que se aceleran y adquieren fuerza las ideas «salvadoras de la situación vertiginosa que se está haciendo tensión cada vez mayor». El historicismo nace en Alemania como una actitud más general del saber. El teólogo Troeltsch escribió en 1922 un importante libro crítico «Der historismus und saine probleme», donde opone naturalismo e historicismo, lo cual origina el peligro de encerrarse en lo individual, con lo que no es posible situarlo con función propia en lo objetivo, quedándose en la subjetividad, lo cual haría entrar en el relativismo.

Dilthey para conferir rigor y certeza le parece de importante solución psicológica. Es entonces cuando publica (1894) «Ideas para una psicología descriptiva y analítica», donde intenta definir los principios que regulan la construcción y, a partir del análisis de la unidad psíquica originaria del sujeto histórico concreto, escribiendo en 1896 «Contribuciones al estudio de la individualidad» y «El nacimiento de la hermenéutica» (1900), que han abierto panoramas de todo tipo y condición en la interpretación del historiador.

En la filosofía española Dilthey está presente en Ortega y Gasset, José Gaos, García Morente, pero sobre todo en el pensamiento de Eugenio Imaz (1900-1951), que en 1945 y 1946 publicó «Asedio a Dilthey» y el «Pensamiento de Dilthey». Imaz es el responsable de la traducción al castellano de la obra de Dilthey y un entusiasta del pensamiento de éste, que considera un «buen historicismo». En el curso del siglo XX se opone al historicismo, el estructuralismo, en la función opuesta sincronía-diacronía. Nacido en el territorio de la lingüística, el estructuralismo se extiende con posterioridad al ámbito de las ciencias humanas, en especial por obra de Levi-Strauss, de lo que hizo una excelente crítica la Tesis doctoral de Carlos Romero, que tuve la oportunidad de dirigir en la Universidad Francisco de Vitoria el curso pasado.

Con Troeltsch y Meineke se consuma la crisis del historicismo, considerando el delirio de la historia. Hay que distinguir un nuevo historicismo. La derrota militar alemana fue acompañada de una revolución cultural. Cuando se había considerado imposible de tocar en política, ciencia, economía, técnica, costumbres y en la concepción moral, se prestaba ante la crítica al examen. La ciencia histórica también se hizo partícipe de estos movimientos revolucionarios. Durante mucho tiempo la ciencia histórica se había entregado a la simple clasificación botánica de hechos con neto predominio de la historia política. El nuevo registro de hechos no se consideró válido: se exigió una imagen del mundo histórico. De todas las Universidades se pronunciaba una exigencia de síntesis y de visión esencial. El grito de transformación como necesidad fue en 1927: «La era del historicismo ha pasado.... Se ha disipado la fe en la Historiografía objetiva» (C. H. Becker).

La creación de Institutos de investigación histórica, Departamentos de investigación de teoría histórica, Congresos Internacionales de Historia; el decisivo rechazo a la filosofía de la historia y la apertura de Departamentos de investigación abrió una fuerte disensión en las Universidades occidentales y en los Institutos científicos de todo el mundo occidental. El apoyo de los Estados contemporáneos a las Universidades y a los historiadores ha planteado un antagonismo entre los fundamentos filosóficos e historiológicos de la realidad humana en estructura. La influencia de ciencias de alto rango físico en la triple dimensión hombre-universo-átomo parece que ha llegado a una específica teoría que ha renovado la ciencia histórica en sí.