La amenaza yihadista

¿No tenemos miedo?

Barcelona se vuelca en los homenajes a las víctimas del atentado del pasado jueves
Barcelona se vuelca en los homenajes a las víctimas del atentado del pasado jueveslarazon

Tras los atentados de Barcelona y Cambrils, por las redes sociales y los medios de comunicación circuló un slogan: «No tengo miedo». Pero realmente esta frase, más allá de ser una expresión de reafirmación colectiva ¿se corresponde con la actitud que debe tener la sociedad española ante el arraigo del terrorismo yihadista?

Tras los atentados de Barcelona y Cambrils, por las redes sociales y los medios de comunicación circuló un slogan: «No tengo miedo». Pero realmente esta frase, más allá de ser una expresión de reafirmación colectiva ¿se corresponde con la actitud que debe tener la sociedad española ante el arraigo del terrorismo yihadista?

Para dar respuesta a esta inevitable pregunta es necesario considerar en qué consiste la estrategia terrorista, así como la respuesta antiterrorista que están llevando a cabo tanto la sociedad como las instituciones del Estado español, especialmente los cuerpos y fuerzas de seguridad.

El terrorismo como estrategia política, incluso aunque su motivación sea de raíces religiosas, tiene una finalidad esencial: destruir los fundamentos de legitimidad del Estado quebrando la cohesión social, a través de su vulnerabilidad y desencadenando las reacciones egoístas del «sálvase quien pueda» que suelen surgir en las situaciones de pánico colectivo.

Para ello la estrategia terrorista descansa en el uso, combinado y variable a lo largo del tiempo, de dos medios: una limitada violencia y la magnificación de sus efectos aterrorizantes a través de su difusión mediática. En definitiva, es una combinación de violencia y propaganda. Pero para que el terrorismo sea una verdadera estrategia y no sólo un acto aterrorizante, como ocurre con los atentados de los denominados «lobos solitarios», requiere que esa combinación se mantenga durante meses y años.

Ello exige una organización y una planificación operativa que trasciendan a los propios terroristas particulares y las acciones puramente circunstanciales. Lograrlo no es sencillo pero una vez existe, acabar con la organización terrorista tampoco.

En el caso de los atentados de Barcelona y Cambrils y con la información pública que se dispone, se confirma que había una célula terrorista que tuvo una capacidad efectiva de cometer los dos atentados. Ello requirió un reclutamiento y adoctrinamiento de los terroristas, acción previsiblemente realizada por el imán de Ripoll, una cierta capacidad logística (medios de transporte; locales; cierta financiación; etc.), información sobre los objetivos y las posibilidades de éxito de los atentados y, desde luego, una necesaria coordinación entre los autores para llevar a cabo dos atentados en ciudades tan alejadas como Barcelona y Cambrils con unas pocas horas de diferencia.

Llegados a este punto es ineludible interrogarnos sobre ¿qué podemos hacer para prevenir nuevos atentados y, sobre todo, acabar a medio plazo con el terrorismo yihadista en España?

Naturalmente prevenir y combatir los atentados requiere una eficaz inteligencia y una experimentada actuación de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, junto con una legislación procesal y penal adecuada a la singularidad del fenómeno terrorista. Sin duda esta dimensión estratégica en España es uno de los dos componentes más sólidos y eficaces contra los terroristas.

El otro pilar fundamental, que también está profundamente enraizado en nuestro país, es la voluntad de los ciudadanos de no ceder a la sumisión emocional y a la ruptura de la cohesión social que pretenden los yihadistas con su violencia. La respuesta ciudadana en estos atentados ha vuelto a demostrar, como durante décadas contra ETA, la solidez de los valores y la firmeza de las convicciones de la sociedad española.

Pero la estrategia antiterrorista española también cuenta con dos importantes vulnerabilidades que no conviene ignorar ni subestimar. La más importante es la manifiesta dificultad, por no decir incapacidad, de los dirigentes políticos nacionales, regionales y locales para lograr una posición política única, no solamente común, contra el terrorismo que garantice la continuidad de la legislación y las acciones judiciales y policiales con independencia del partido gobernante. Pensemos que se tardó casi un cuarto de siglo de democracia para que se firmase el denominado Pacto Antiterrorista, todavía cuestionado por algunos de los viejos y de los nuevos partidos.

La otra vulnerabilidad la constituyen los medios de comunicación, amplificada actualmente por la difusión de las redes sociales. Es cierto que el sensacionalismo propagandístico que buscan los terroristas con sus atentados, en los medios de comunicación españoles ha cedido en favor de la información profesional y rigurosa. También lo es que en los primeros momentos se ha hecho un uso preferente de las redes sociales para dar información y colaborar en la respuesta solidaria.

Pero la experiencia nos dice que a medio plazo los medios de comunicación tenderán a recuperar criterios menos rigurosos pero más rentables y que las redes sociales ya están siendo una caja de resonancia de las discrepantes emociones y visiones de los ciudadanos.

Tras estas reflexiones, resulta evidente la respuesta a la pregunta inicial. Los ciudadanos españoles no debemos temer al terrorismo yihadista, a pesar de los próximos atentados que pueda provocar, pero sí debemos ser muy conscientes del alcance de esta amenaza y, en consecuencia, ser responsables y cautos. «No tengo miedo pero soy precavido».

*Catedrático de Relaciones Internacionales. Universidad Complutense de Madrid