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Benedicto XVI

51 días de algo más que gestos

Francisco, durante la audiencia general del pasado miércoles
Francisco, durante la audiencia general del pasado miércoleslarazon

Lleva 50 días al frente del Gobierno de la Iglesia. Sin apenas descanso. Hay quien se lo notó, sobre todo, en los días clave de Semana Santa. Una maratón inicial que arrancó con su salida al balcón principal de San Pedro. Su «buona sera», sin la muceta roja, desde el «fin del mundo», inclinándose ante la plaza... Gestos llegados desde Argentina, de la experiencia de un cardenal/párroco que se refiere a sí mismo como «obispo de Roma». Y jesuita. A partir de ahí, más sorpresas: predicar desde el ambón, improvisación en sus palabras, espontaneidad en el encuentro... Impronta que unos asemejaron a Juan XXIII, otros, a Juan Pablo II. Pero no. Él es Francisco. Y cada uno de esos gestos, quienes le conoce desde hace unas cuantas décadas los identifican como «signos teológicos», en tanto que cada una de esas palabras, homilías o decisiones, como acudir el Jueves Santo a una cárcel de menores, no responde a una campaña de imagen sino a una relación estrecha entre el ser y el hacer de un pastor empeñado, como él mismo asegura, en «oler a oveja».

Para aquellos que buscan las diferencias entre el argentino y el alemán, resulta interesante el punto de vista expositivo de cada uno de ellos. Si los discursos y homilías de Benedicto XVI gozaban del orden propio de un investigador universitario y la sencillez expositiva propia de los grandes intelectuales, en los textos de Francisco se palpa la forma de expresarse propia de un profesor de literatura, especialmente en sus homilías cotidianas de Santa Marta donde, haciendo uso constante de la metáfora, lo mismo comenta que la Iglesia «es una madre y no una canguro», que plantea que Dios no actúa «como si tuviera una varita mágica». Unidos también en estas lides, pues no se descarta que Francisco concluya la encíclica de la fe, sobre la que Benedicto XVI ya había llevado a cabo al menos, la labor documental. Pero quedarse sólo en este plano, impediría abordar al Bergoglio gestor, ése que está aflorando. Aquel que ha creado a un consejo universal de cardenales con representación de los cinco continentes que analiza ya cómo emprender la reforma de la Curia que los propios purpurados reclamaban semanas antes en el Cónclave. También firma Francisco el primer nombramiento del Ejecutivo Vaticano, el del español José Rodríguez Carballo, como secretario de la congregación vaticana que vela por el destino de las congregaciones religiosas. Primeros pasos de un Pontificado en unos días en los que, a buen seguro, medita sobre la continuidad de los cargos en el Ejecutivo de la Santa Sede –desde el secretario de Estado a los responsables de los diferentes dicasterios–, así como el otro de los desafíos a resolver a medio plazo: qué hacer con la Banca Vaticana. Ante todos estos planes de futuro, no hay que olvidar que estas decisiones y reflexiones no son fruto de un «paracaidista» recién llegado a Roma. Sobre todo, porque conociendo la exquisitez de Benedicto XVI y su proceder alemán, estará bien detallado en unos y otros informes el estado real de las cuentas y la vitalidad de la Iglesia.

«Es pronto para concretar la reforma de la Curia»

El arzobispo Angelo Becciu, sustituto en la Secretaría de Estado, considera que «es absolutamente prematuro hacer ninguna suposición sobre la futura estructura de la Curia». En una entrevista a «L'Osservatore Romano», Becciu mantiene que «el Papa aún no se ha reunido con el grupo de consejeros que ha elegido y ya llueven consejos». Sobre este nuevo organismo creador por Francisco y en el que están representados los cinco continentes, matizó que «se trata de un órgano consultivo, no de toma de decisiones y realmente no veo cómo la decisión del Papa Francisco pueda poner en duda el primado. Lo que es cierto es que se trata de un gesto de gran importancia, que quiere dar una señal clara sobre la modalidad en que el Santo Padre quiere ejercer su ministerio».