Catolicismo

Así se gestó el «rescate» a los refugiados del Papa

El Pontífice recurrió al «Corredor humanitario», una iniciativa de la Comunidad de San Egidio para ayudar a familias que viven en los campos

Los refugiados que viajaron con el Papa fueron recibidos ayer por la Comunidad de San Egidio, encargada de darles la primera acogida
Los refugiados que viajaron con el Papa fueron recibidos ayer por la Comunidad de San Egidio, encargada de darles la primera acogidalarazon

El Pontífice recurrió al «Corredor humanitario», una iniciativa de la Comunidad de San Egidio para ayudar a familias que viven en los campos

Nadie lo esperaba, ni siquiera a sabiendas de que Francisco lleva siempre en el corazón la acogida hacia los más pobres e indefensos. Que el Pontífice decidiera regresar a Roma, tras su visita a la isla griega de Lesbos, con 12 refugiados musulmanes para darles asilo en el Vaticano ha conmocionado al mundo entero. Se trata de tres familias de Siria en las que hay seis menores: una formada por cinco personas, otra de cuatro y la última de tres. Son una pareja de ingenieros con un niño de dos años, un maestro y una costurera con sus tres hijos, dos de ellos adolescentes, y un matrimonio joven con dos niños de 7 y 8 años. Se unen a las otras dos que ya acogió el Papa en septiembre de 2015 y enero de 2016, después de hacer un llamamiento a que las parroquias, comunidades religiosas y diócesis acojan a las familias que huyen de las guerras.

Las que llegaron ayer de Lesbos fueron elegidas gracias a la Comunidad de San Egidio, una realidad eclesial que nació precisamente en los suburbios de Roma y cuyo compromiso es siempre hacia los más pobres. Ha sido posible gracias una iniciativa llamada «Corredor humanitario», que desarrolla junto a la Iglesia valdesa de Italia y que puede ser utilizada por los gobiernos de Europa para ayudar a los miles de refugiados que esperan en los campamentos, como el de Kara Tepe en Mytilene, (Lesbos), de donde provienen estas tres familias.

Su historia está llena de sufrimiento y de incomprensión. Hasan y Nour son matrimonio, ambos ingenieros que se formaron y trabajaron en Damasco, capital de Siria y uno de los feudos del Daesh. Con su hijo de dos años vivían en la periferia de la ciudad, en un área llamada Al Zapatani, expuesta a masivos bombardeos. Junto a su hijo se vieron obligados a huir a Turquía, desde donde tomaron una lancha neumática para llegar a Lesbos.

Por su parte, Ramy y su mujer Suhila tienen tres hijos. Proceden de Dei Azzor, una ciudad al noroeste de Siria que fue conquistada por los terroristas del autodenominado Estado Islámico. Él era profesor y ella sastre, pero huyeron después de que su casa fuera destruida. Llegaron a Grecia en febrero de 2016 después de pasar también por Turquía.

La tercera familia es la formada por Osama y Wafaa y sus dos hijos. Habitaban en una zona de Damasco llamada Zamalka, pero su casa, como la de la gran mayoría, fue bombardeada. La madre ha relatado cómo el niño más pequeño se despierta cada noche, aterrorizado por cualquier cosa. Su estado es tal que incluso dejó de hablar durante algún tiempo. El Papa Francisco ya había hablado del «Corredor humanitario» el pasado 6 de marzo durante el ángelus. Lo definió como «un signo concreto de compromiso por la paz» y aplaudió el proyecto piloto que comenzó en Italia con el objetivo «de ayudar a personas que huyen de la guerra y de la violencia, como los cientos de refugiados ya llegados a Italia, entre los que hay niños enfermos, personas discapacitadas, viudas con hijos y ancianos».

San Egidio sólo se ocupará de la primera acogida a las familias, el resto será una labor del Vaticano junto a la ayuda de otras asociaciones e incluso del gobierno italiano. El fundador y responsable de San Egidio, Andrea Riccardi, visitó Lesbos hace dos meses, y a partir de ahí se puso en contacto con la SecretarÍa de Estado de la Santa Sede y con las autoridades griegas e italianas para preparar la acogida de las familias.

El «Corredor humanitario» prevé una serie de medidas para evitar que se infiltren terroristas. Las asociaciones que desean utilizarlo, a través de contactos directos en los países interesados por el proyecto, disponen de un listado de personas. Este listado es revisado por las autoridades del país donde se encuentran los refugiados y donde serán acogidos. Muchos de ellos carecen de documentos, pero se realizan todas las pesquisas necesarias para conocer sus identidades. Así se evita también que sean objeto del tráfico humano. El proyecto funciona también en Líbano, Marruecos y Etiopía, y se prevé que se unan poco a poco otros países.

Francisco, sensible a este drama, volvió a mostrar ayer en el rezo del «Regina Coeli» su conmoción por lo que vio en Lesbos el sábado, donde llevó «a los prófugos y al pueblo griego la solidaridad de la Iglesia».

Junto al Patriarca Ecuménico Bartolomé y el Arzobispo Jerónimo, «como signo de la unidad en la caridad de todos los discípulos del Señor» visitaron «uno de los campos de refugiados», explicó el Papa desde la ventana del estudio del Palacio Apostólico.

«Venían de Irak, Afganistán, Siria, África... de muchos países. Hemos saludado a unos 300 de estos prófugos, uno a uno, los tres», dijo Francisco.