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El Papa Francisco: «El mundo está en guerra, pero no de religiones, ¿capito?»

Francisco pide en Cracovia que los países «superen el temor» y colaboren para acoger a los refugiados que abandonan sus casas.

El presidente de Polonia, Andrzej Duda, su esposa y la primera ministra polaca, Beata Szydlo, con el Pontífice en el aeropuerto
El presidente de Polonia, Andrzej Duda, su esposa y la primera ministra polaca, Beata Szydlo, con el Pontífice en el aeropuertolarazon

Francisco pide en Cracovia que los países «superen el temor» y colaboren para acoger a los refugiados que abandonan sus casas.

Francisco ya está en Cracovia, pero antes de pisar suelo polaco, en el avión que le llevó desde Roma al país, no perdió ocasión de hablar del terrorismo internacional que golpea con virulencia a Europa desde hace meses. Al saludar uno por uno a los 70 periodistas que lo acompañan durante este viaje, Francisco respondió sobre el asunto que le planteó su portavoz, el padre Federico Lombardi, quien dejará el cargo el domingo.

«Es una guerra: no tengamos miedo de decir esta verdad. El mundo está en guerra porque ha perdido la paz», dijo el Pontífice. Sin embargo, no quiere hablar de una «guerra de religiones» y por eso después aclaró este extremo: «Quiero aclarar una cosa: cuando hablo de guerra, hablo en serio de eso pero no hablo de guerra de religión. Es una guerra por el dinero, por los recursos, por la naturaleza, por el dominio». «Esa es la guerra –prosiguió–. ¿Alguno piensa en una guerra de religión? No, todas las religiones quieren la paz. La guerra la quieren los otros. ¿Entendido?».

Francisco dijo luego que ahora en Cracovia «esperamos que los jóvenes nos digan algo y nos den esperanza en este momento». «La verdadera palabra es inseguridad. Desde hace un tiempo el mundo está en una guerra a pedazos, esto es una guerra. Tuvimos la de 1914 y luego la de 1939. En el mundo de ahora tenemos esta», destacó.

En su opinión, la guerra «tal vez no es tan orgánica u organizada». «Este santo sacerdote que ha muerto (en referencia al padre Jacques Hamel asesinado el martes por los dos yihadistas) mientras ofrecía la oración por toda la Iglesia es uno sólo, pero cuántos cristianos, cuántos inocentes, cuántos niños... Pensemos en Nigeria, pero eso es en África, como si no le importara a nadie», continuó.

Bergoglio también dio las gracias a quienes han ofrecido sus condolencias por el asesinato del sacerdote: «De modo especial al presidente francés (François Hollande), que me ha llamado como un hermano y lo agradezco».

Francisco fue recibido en el aeropuerto internacional Juan Pablo II por cientos de polacos, entre los que se encontraban muchos niños. De allí se dirigió al castillo de Wavel, en los alrededores de la catedral, en el centro de la ciudad, para un encuentro con las autoridades civiles y el cuerpo diplomático acreditado, en el que invitó a respetar la vida en todo momento y hacerse cargo de los más necesitados.

En el discurso, que pronunció con fuerza, destacó que «la vida siempre ha de ser acogida y protegida desde la concepción hasta la muerte natural, y todos estamos llamados a respetarla y cuidarla». Por eso, «es responsabilidad del Estado, de la Iglesia y de la sociedad acompañar y ayudar concretamente quienquiera que se encuentre en situación de grave dificultad, para que nunca sienta a un hijo como una carga, sino como un don y no se abandone a las personas más vulnerables y más pobres».

Por otro lado, afirmó que «es la primera vez que visito la Europa centro-oriental y me alegra comenzar por Polonia, que ha tenido entre sus hijos al inolvidable San Juan Pablo II, creador y promotor de las Jornadas Mundiales de la Juventud». «El sueño de un nuevo humanismo europeo está animado por el aliento creativo y armonioso de estos dos pulmones y por la civilización común que tiene sus raíces más sólidas en el cristianismo», añadió para hablar después del futuro del país. Francisco explicó que «es esencial para organizar una comunidad nacional basada en su patrimonio humano, social, político, económico y religioso, para inspirar a la sociedad y la cultura, manteniéndolas fieles a la tradición y, al mismo tiempo, abiertas a la renovación y al futuro». De esta manera exhortó a Polonia a «mirar con esperanza hacia el futuro».

De nuevo sobre la memoria, el Papa argentino diferenció entre una mala y otra buena: «En la vida cotidiana de cada persona, como en la de cada sociedad, hay, sin embargo, dos tipos de memoria». La buena «es la que nos muestra la Biblia en el Magnificat, el cántico de María que alaba al Señor y su obra de salvación». En cambio, la memoria negativa «es la que fija obsesivamente la atención de la mente y del corazón en el mal, sobre todo el cometido por otros». En definitiva, para mantener la memoria «se requiere una firme esperanza y confianza en Aquel que guía los destinos de los pueblos, abre las puertas cerradas, convierte las dificultades en oportunidades y crea nuevos escenarios allí donde parecía imposible», algo que alabó de Polonia. Otro de los temas que abordó fue el fenómeno de la migración, algo que necesita «un suplemento de sabiduría y misericordia para superar los temores y hacer el mayor bien posible». Uno de sus consejos es pedir colaboraciones entre los distintos países «para encontrar soluciones a los conflictos y las guerras, que obligan a muchas personas a abandonar sus hogares y su patria». Se trata de lograr «aliviar sus sufrimientos» y no cansarse «de trabajar con inteligencia y continuidad por la justicia y la paz, dando testimonio con los hechos de los valores humanos y cristianos». Por su parte, el presidente del país, Andrzej Duda, recordó el legado dejado por Juan Pablo II y reconoció que Francisco «es para los jóvenes un sostén espiritual, alegría, amor y también esperanza». La catedral albergó después un encuentro privado con los 130 obispos de todo el país y, a su llegada al templo, el Pontífice se detuvo durante unos minutos ante las reliquias de Juan Pablo II que se encuentran expuestas en la misma.

A última hora de la tarde, saludó a los jóvenes desde el balcón del arzobispado, el mismo desde el que lo hizo en varias ocasiones Juan Pablo II.