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Juan Pablo II

Juan Pablo II, el Santo que amaba a España, gratis con LA RAZÓN

Juan Pablo II, el Santo que amaba a España, gratis con LA RAZÓN
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«¡Soy un joven de 83 años!». Las fuerzas físicas flaqueaban, pero no así el carácter. Y menos aún el humor. Mayo de 2003. Un millón de jóvenes se reúnen en el madrileño aeródromo de Cuatro Vientos para escucharle. A él. El mismo Papa que dos décadas antes animó a otra generación en el estadio Santiago Bernabéu a hacer realidad «el programa de las bienaventuranzas que Cristo os propone». Ese Karol Wojtyla que en la JMJ de Santiago de Compostela en 1989, les exclamó con firmeza: «¡No tengáis miedo a ser santos!». Mensajes en España y para España de aquel que el próximo domingo será proclamado santo junto a Juan XXIII. Hasta en cinco ocasiones viajó a nuestro país, un peregrinar que recoge el DVD «Juan Pablo II. El santo que amaba España», que el próximo jueves LA RAZÓN entregará gratis a sus lectores.

«La huella más profunda que ha dejado Juan Pablo II en España fue su personalidad, la de un hombre llamado por Dios, para servirnos a todos y que dio su vida, incluso desde un punto de vista físico, por los demás», explica el cardenal arzobispo emérito de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo. Es una de las muchas personalidades que participan en este documental de 65 minutos de duración que repasa el periplo del Papa polaco por nuestro país. Sus discursos más significativos, anécdotas inéditas, cómo vivieron los artífices de aquellas visitas pastorales los encuentros con el Santo Padre... Todos estos detalles se recogen en un vídeo que cuenta con el aval de Goya Producciones. El 31 de octubre de 1982 es el punto de partida de este recorrido. Por primera vez en la Historia, un Papa pisaba en visita pastoral suelo español. Y lo hacía con unas palabras de agradecimiento: «Gracias, España, por tu fidelidad al Evangelio y a la Iglesia». Este gesto de Karol Wojtyla no nacía de una simple mirada al pasado, sino de una admiración profunda como conocedor del siglo de Oro y apasionado por la figura de San Juan de la Cruz, en quien se centró su tesis doctoral. Le traía a España otra mística, Teresa de Jesús, en el IV centenario de su muerte. Precisamente la misma santa que está conquistando al Papa Francisco para que el año que viene se deje caer también por Ávila con motivo de los quinientos años de su nacimiento.

Se sucedieron diez intensos días que le llevaron a conocer la península de norte a sur, desde Alba de Tormes a Zaragoza, pasando por Barcelona, Valencia, Sevilla, Loyola, Santiago de Compostela... «El conjunto de los discursos que el Papa pronunció en ese viaje son una obra maestra. Puedo decir que aquellos textos fueron trabajados personalmente por él. Lo que resultaba excepcional era que después de aquel largo viaje de 1982 en el que virtualmente visitó todo el país, siguiesen otros cuatro más», recuerda el que fuera el portavoz de la Santa Sede durante su Pontificado, Joaquín Navarro Vals. Y llegaron.

En octubre de 1984, una breve escala en Zaragoza. Quiso que su viaje a América estuviera bajo la protección de la Virgen del Pilar, patrona de la Hispanidad, a quien encomendó su camino. Se trataba, sin duda, de reconocer la labor evangelizadora de tantos misioneros españoles a lo largo de los siglos. Pero, también, una manera de recordarle a España y a Europa, como insistiría una y otra vez al frente de la Sede de Pedro, que fuera fiel a su esencia. «Su valoración de lo que España había significado para América era extraordinariamente positivo, activo y dinámico. Nos quiso impulsar a vivir de ese recuerdo, pero no un recuerdo muerto, sino hecho vida nueva, futuro y esperanza», aplaude el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, en una de sus intervenciones en la cinta.

Tres días permaneció en nuestro país en 1989. El creador de las Jornadas Mundiales de la Juventud, escogía Santiago de Compostela, en Año Jubilar, para colocarlo en el epicentro de los encuentros. Desde Santiago, se trasladó a Asturias. Tras visitar Oviedo estuvo acompañado en Covadonga por el Príncipe de Asturias. Antes de regresar a Roma, visitó los lagos y Cangas de Onís, donde se pudo ver al Karol Wojtyla amante de la montaña y peregrino.

El Congreso Eucarístico celebrado en Sevilla en junio de 1993 atrajo de nuevo al Santo Padre a nuestro país, donde tuvo la oportunidad de conocer el santuario del Rocío y de reunirse ante una multitud de fieles. «Los rocieros cantan muy bien, pero no dejan hablar al Papa», comentó con ironía ante el fervor de la pequeña aldea. «En el Rocío, Juan Pablo II dijo unas frases de las que todavía estamos viviendo. Son unos textos que siguen teniendo hoy la misma frescura y la misma profundidad devocional que cuando las dijo en el balcón del Santuario de la Virgen del Rocío», apunta en el DVD el cardenal arzobispo emérito de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo. Durante este viaje, Juan Pablo II consagraría además la catedral de la Almudena y canonizaría a Enrique Ossó, fundador de la compañía de Santa Teresa de Jesús.

Y llegó 2003. Cuando el parkinson ya había hecho mella en su salud y sus viajes se habían reducido de forma significativa, el nuevo santo quiso despedirse de nuestro país. Fueron apenas dos días, el 3 y 4 de mayo, lo suficiente para sentir el calor de los miles de jóvenes con los que compartió una tarde de oración en Cuatro Vientos y para reconocer una vez más «la riqueza cultura de vuestra historia» al proclamar cinco nuevos santos españoles. Consciente de que sería su última visita, se despidió con un: «¡Hasta siempre, tierra de María!».