Cataluña

Los obispos alertan del «riesgo de caos» por el desafío soberanista

Los obispos españoles rezan ayer la Hora Intermedia antes de empezar su Asamblea Plenaria
Los obispos españoles rezan ayer la Hora Intermedia antes de empezar su Asamblea Plenarialarazon

El cardenal Blázquez dice que están preocupados por «la grave situación creada por quienes, al margen de la Ley, pretenden romper la unidad de España».

La Asamblea Plenaria, la número 106, de la Conferencia Episcopal Española (CEE) comenzó ayer con un sentido recuerdo a las víctimas de los atentados de París. De hecho, antes de iniciar su discurso, el cardenal arzobispo de Valladolid y presidente de la CEE, Ricardo Blázquez, tomó la palabra y dijo: «El viernes tuvo lugar una enorme masacre terrorista. A todos nos ha producido una profunda conmoción. Condenamos enérgicamente estos atentados en serie y protestamos por que se utilice el nombre de Dios para justificarlo. Es una profanación, una blasfemia como dijo el Papa». A continuación, pidió a los presentes que se pusieran de pie y rezaran un Padrenuestro. «Descansen en paz», concluyo.

Dicho esto, la asamblea siguió su curso y Blázquez volvió a tomar la palabra, esta vez para pronunciar el discurso que tenía preparado para los obispos. Saludó los nuevos nombramientos, aniversarios y «jubilaciones» de algunos de los miembros de este órgano colegial y entró en materia: la Asamblea del Sínodo de Obispos, el nuevo Plan Pastoral de la CEE, la ecología integral y algunas consideraciones sobre la Iglesia en la sociedad. Éste último apartado incluyó referencias a la situación política de Cataluña: «Nos preocupa grandemente la grave situación creada por quienes, al margen y en contra de la Ley, pretenden romper la unidad de España». En este sentido, defendió sin ambages «la transición a un régimen realmente democrático que hicimos los españoles, con la admiración de muchos», y añadió que «poner en cuestión, de manera unilateral, esta situación constitucional introduce inseguridad, inquietud, incertidumbre, riesgo de caos, división de la sociedad».

En este mismo capítulo, el presidente del Episcopado mostró su sorpresa ante las voces excluyentes del hecho religioso, «especialmente de la fe católica en la vida pública y social». «Pretensiones políticas –continuó– que, además de separarse del espíritu y letra de nuestro marco constitucional, que es aconfesional, manifiestan una clara tendencia al laicismo». No lo citó concretamente, parecía referirse a algunas propuestas electorales de partidos como el PSOE, Podemos o Izquierda Unida, claramente contrarias a la Iglesia. Citando un documento de la propia Conferencia Episcopal de 2006, manifestó el deseo de la Iglesia católica de vivir y convivir en la sociedad respetando sus instituciones, reconociendo a las autoridades y obedeciendo las leyes, así como su defensa de la libertad religiosa, que «es garantía de verdadera democracia y estímulo para el crecimiento espiritual de las personas y el progreso cultural de toda la sociedad».

El purpurado se refirió en otro momento a una de las cuestiones que más preocupan al Papa Francisco: la ecología integral, que defiende en su última encíclica «Laudato Si’». En concreto, reclamó, de cara a la conferencia de París sobre el cambio climático que se celebra a final de mes, «resoluciones eficaces, incisivas y jurídicamente vinculantes». «Es necesaria un cooperación internacional que impulse medidas para hecer frente a la degración del medio ambiente», añadió. En este sentido, pidió «una nueva conciencia ecológica, que respete la vida en todas sus fases, especialmente las de los seres humanos desde la concepción hasta su fin natural y se alcance un desarrollo humano sostenible».

La otra gran cuestión que abordó el cardenal Blázquez fue el Sínodo de Obispos sobre la familia que se celebró en octubre. Defendió su aportación, porque «ha llamado la atención de la humanidad sobre el lugar insustituible de la familia; y a la Iglesia nos ha recordado que debe ocupar un puesto señero en su vida y acción pastoral». En este sentido, se refirió a las familias en situaciones especiales, como los divorciados vueltos a casar, para decir que «no deben ser consideradas como excluidas de la Iglesia ni se les debe cerrar el paso a una progresiva incorporación. Las puertas de la Iglesia están abiertas».